Surgen en la Plaza brotes verdes de murmullos y luz, que sobre el mediodía se aposentan en la Tierra con la suavidad de la ca í da de unos velos; formando allí un caótico rompecabezas en donde sin querer un saco con mangas arropa un osito de mirada nostálgica, que se pregunta ¿en qué manos caeré? Un libro palpita deseoso de contar su historia; sus versos. De un perchero con brazos de estrella de mar, que reclama su porción de cielo, posan con glamuor vestidos y camisas, que desean lucirse en otros cuerpos. Objetos. Objetos inútiles que gritan: “¡Trócame! Necesito impregnarme con un nuevo afecto y volver a ser útil.” Con ese sentimiento que en el Pumarejo es siempre revolucionario y que hace que todas las piezas de este puzzle insólito, se imbriquen en armonía. Todos lo sonidos tienen aquí cabida; salvo el ruído del vil metal. Y si agudizas el oído escucharás la siringa de Pan, dios de los bosques e hijo de Hermes; uno de los duendes protectores de esta Casa...
Revista para gente sin dogmas