Surgen en la Plaza brotes verdes de murmullos y luz, que sobre el mediodía se aposentan en la Tierra con la suavidad de la caída de unos velos; formando allí un caótico rompecabezas en donde sin querer un saco con mangas arropa un osito de mirada nostálgica, que se pregunta ¿en qué manos caeré?
Un libro palpita deseoso de contar su historia; sus versos.
De un perchero con brazos de estrella de mar, que reclama su porción de cielo, posan con glamuor vestidos y camisas, que desean lucirse en otros cuerpos.
Objetos. Objetos inútiles que gritan: “¡Trócame! Necesito impregnarme con un nuevo afecto y volver a ser útil.”
Con ese sentimiento que en el Pumarejo es siempre revolucionario y que hace que todas las piezas de este puzzle insólito, se imbriquen en armonía.
Todos lo sonidos tienen aquí cabida; salvo el ruído del vil metal. Y si agudizas el oído escucharás la siringa de Pan, dios de los bosques e hijo de Hermes; uno de los duendes protectores de esta Casa.
Metidos en el cogollo de un gran suspiro pranayamático, las risas, los olores y el buen gusto, son los hilos conductores que va de tenderete a tenderete; de corazón a corazón para encontrarse.
El trueque-amo y el, de Puma a Puma verde y tiro porque me toca... Una cerveza, que envuelve líquidamente el montaíto al que le sale una pequeña lengua burlona de melva barbateña, porque está bien despachao.
¿Quieres, dice una criatura hermosa a su acompañante vegetariano, no fundamentalista. Y el sí quiero con miradas sabor a mar y cerveza ecológica, es la explosión sorda del magma de un volcán.
El trueque-amo en la Plaza es el útil intercambio de un objeto inútil que abre ventanas para airear nuestros espacios. Con el viento ético, que siempre es desprendido y generoso y al que le va al pairo las fronteras existentes, especialmente la económica; pues está impregnado de átomos con cualidades diversas que propician la Variedad.
Para esa inutilidad antisistema que es la voluntad de unirse y disolvernos. Por nuestro libre albedrio, y no porque te lo diga un esbirro.
Y cuando el Sol se va abrigando en las paredes de la Casa, el trueque-amo efímero ya se ha hecho eterno. Y los corazones trocadores se sienten gozosos por tan inútil jornada de solidaridad. Y todos ricos, que no millonarios. Y aquellos que tenian, por mor de un recorte, desalojado el sentimiento empático, le volverá a brotar mágicamente, por la gracias de una hada laica.
Trueque-amo; luego caminamos en paz.
Luis Hornillo Pulido
Mercado de Trueque La Plaza- Mercapuma
Asociación Casa de Pumarejo
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