[Perteneciente a mi serie "sobre los gobiernos"]
En las siguientes líneas, de forma breve, me dedicaré a reflexionar sobre una pregunta sencilla, ¿por qué los gobiernos establecidos, ya sean democracias parlamentarias o monarquías, se perpetúan en el tiempo con eficacia?
Primero, resulta evidente que un sistema de gobierno consolidado no solo cuenta con el respaldo de leyes meticulosamente perfeccionadas a lo largo de las décadas para evitar cambios radicales en la sociedad, sino que también se ha integrado profundamente en el 'sentido común' de su pueblo. Por lo tanto, enfrenta significativamente menos dificultades para mantenerse en el poder que un gobierno nuevo o revolucionario. Un caso extendido en Europa que demuestra la fortaleza de ‘lo establecido’ es la presencia de las monarquías parlamentarias, que a través de concesiones democráticas han posibilitado que un puñado de familias gobierne un importante número de países durante siglos. Paradigmático es el ejemplo de la Casa de Liechtenstein, que ha gobernado su principado sin interrupciones desde 1719 y que desde 1862 comparte el poder con el Landtag, el parlamento del principado.
Segundo, a partir de lo anterior, podemos afirmar que, si un gobierno es medianamente eficiente y no se enfrenta a desafíos o crisis debido a circunstancias extraordinarias, es probable que se mantenga sin cambios significativos. Esto se debe a la inercia y a la familiaridad del pueblo con lo establecido. Incluso en situaciones donde emergen fuerzas que podrían desplazar el viejo orden, como ocurrió en España durante el surgimiento del movimiento 15M en 2011 cuando el bipartidismo tradicional de PSOE y PP pareció estar en jaque, bastaron una simples dudas y conjuras sencillas contra el emergente Podemos para devolver el sentir popular al corral del viejo orden.
Segundo, a partir de lo anterior, podemos afirmar que, si un gobierno es medianamente eficiente y no se enfrenta a desafíos o crisis debido a circunstancias extraordinarias, es probable que se mantenga sin cambios significativos. Esto se debe a la inercia y a la familiaridad del pueblo con las estructuras de poder tradicionales. Incluso en situaciones donde emergen fuerzas que podrían desafiar la continuidad política, como ocurrió en España durante el surgimiento del movimiento 15M en 2011 cuando el bipartidismo de PSOE y PP pareció estar en jaque, bastaron una simples dudas y conjuras sencillas contra el emergente Podemos para reconducir el sentir popular hacia los cauces preestablecidos y erosionar la capacidad de imaginar un cambio. Algo por otra parte nada nuevo en el país donde dos intentos de república fueron barridos.
Tercero, en cuanto a la represión, en sistemas estables este tipo de medidas no suele ser significativa excepto en periodos de crisis, que generalmente son provocados por factores externos a la sociedad misma. Esto se observa en la severidad con la que la policía alemana reprime las protestas propalestinas actuales en sus calles, una respuesta que contrasta con la moderación habitual en asuntos internos, reflejando cómo la estabilidad de un régimen puede alterar su enfoque represivo dependiendo del contexto y la percepción de amenaza.
Como conclusión, podemos decir que cualquier orden establecido, sostenido por la continuidad y la costumbre, necesita apenas un impulso mínimo para mantenerse exitosamente a lo largo del tiempo. Los cambios significativos en estos sistemas generalmente provienen de eventos traumáticos que interrumpen sus operaciones normales. E incluso entonces, si el período de disrupción es breve, el antiguo régimen tiene la capacidad de reconquistar el poder en cuanto surge el primer error de los nuevos gobernantes.
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