Artículo de Pablo García de Castro.
La Semana Corralera, previa a la Semana Santa en Sevilla nos dejó un circo partidista que ha dejado indiferente a pocos. A mí, en la distancia, se me ocurre pensar que los partidos (PP, PSOE e IU) se han metido tanto, que esto ha terminado pareciendo unas elecciones. Y tanto ha parecido un proceso electoral, que como cada vez que se abren las urnas, ganaron todos los partidos y perdió la gente.
El Partido Popular ganó. A su electorado le queda que la Corrala se cerró con el uso de la violencia policial, el orden se impuso, el polo subersivo se apagó, fin de las actividades y las discusiones ciudadanas, fin del crecimiento político de un sector deprimido de la sociedad, eliminado un punto de encuentro para movimientos sociales y políticos en Sevilla.
La Semana Corralera, previa a la Semana Santa en Sevilla nos dejó un circo partidista que ha dejado indiferente a pocos. A mí, en la distancia, se me ocurre pensar que los partidos (PP, PSOE e IU) se han metido tanto, que esto ha terminado pareciendo unas elecciones. Y tanto ha parecido un proceso electoral, que como cada vez que se abren las urnas, ganaron todos los partidos y perdió la gente.
El Partido Popular ganó. A su electorado le queda que la Corrala se cerró con el uso de la violencia policial, el orden se impuso, el polo subersivo se apagó, fin de las actividades y las discusiones ciudadanas, fin del crecimiento político de un sector deprimido de la sociedad, eliminado un punto de encuentro para movimientos sociales y políticos en Sevilla.
El
PSOE ganó. El PP quedó representado como el malo de la película
para los votantes socialistas, siendo el malo malísimo el alcalde
Juan Ignacio Zoido. Cuando surgió el asunto de la entrega de llaves,
el PSOE se situó como garante de la ayuda institucionalizada,
recordando que sólo debía darse solución inmediata a las personas
en riesgo de exclusión social (por cierto, lo que dice la sentencia
a la que se agarra IU). Así, dio satisfacción a quienes les gusta
pensar que hay que “ayudar”, pero por orden, de camino poniendo a
pelear a los pobres contra los más pobres. Al PSOE esto de las
prioridades no se le acaba de dar bien, priorizar el pago de la deuda
modificando una noche de verano la constitución no le pareció
injusto, y eso que era poner por delante el pago a multimillonarios a
acreedores antes que las políticas sociales que se supone ayudan más
a los menos favorecidos.
Ganó
IU. Tuvo la foto para hacer el cartelito. “Sólo el pueblo defiende
al pueblo”. En plena precampaña electoral para las Europeas, IU
vio un filón con el Gamonal Sevillano y decidió apuntarse para
pasar la gorra. Repartió llaves como si la Consejería de Vivienda
fuera su cortijo, priorizando este caso por mediático.¿ No tuvo la
Consejería cada día llamadas de personas en parecida situación l?
¿Por qué no les dio unas llaves de inmidetiato? Fácil, la foto no
valía tantos votos. IU no solo instrumentalizó la dignísima lucha
de las corraleras, sino que las convirtió en campaña electoral, en
un cartel, una mercancia de buen precio en el mercado de los votos,
el único lenguaje que entienden los partidos políticos. Izquierda
Unida se retrató a sí misma como el héroe que se enfrenta a los
poderosos, y eso que los poderosos son sus socios, que pareciera que
IU no es corresponsable de todo lo que hace el gobierno recortador de
Susana Díez, la heredera no electa del preimputado Griñán, que
directamente relacionado o no, pertenece al partido no solo de los
EREs, sino de las mil y una corruptelas urbanísticas en cada pueblo
andaluz que gobierna o gobernó un cacique sociolisto.
Y
perdió el pueblo. Murió un foco de resistencia y de construcción
social. La Corrala era un espacio de convivencia, un espacio de amor,
un espacio social, de encuentro. En uno de sus primeros escritos, las
corraleras decían “los
habitantes de la Corrala toman decisiones, organizan sus tareas y
miran al futuro de manera horizontal y asamblearia”. Bueno, se
acabó tomar decisiones, organizar tareas y mirar al futuro de manera
horizontal y asamblearia, cada uno queda rehubicado en el espacio que
el sistema deseaba, aislados cada uno en su piso, sin esa relación,
sin ese aprendizaje, sin esa construcción. Listos para ocupar el
lugar que le corresponde en un barrio obrero, y si pueden (con
suerte) con un puesto de trabajo alienante destinado a la
subsistencia.
No
quiero dejar de lado el hecho de que la lucha de estas personas ha
sido un éxito y un ejemplo. Decidieron dar un paso adelante y
lograron (parece) paliar su situación y hacer efectivo su derecho a
la vivienda, y ahora les toca un descanso merecido. Pero la utopía
se apagó, la utopía eura una construcción social distinta, la
utopía, en definitiva, era la Corrala.
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