FUENTE: Hernán Narbona Véliz, Periodismo Independiente
Este septiembre, 40 años después, en medio de la vorágine de información cruzada sobre el “golpe de estado - pronunciamiento militar”, cabe una reflexión final.
Los testimonios estremecedores, recrear las causas profundas del quiebre institucional, acreditar el complot con los documentos secretos decodificados en el Pinochet File, el cuoteo, el infantilismo revolucionario, las deslealtades al Presidente Allende, los crímenes políticos, los paros de camioneros, los cacerolazos, el desgobierno, el mercado negro, los resquicios legales, el fanatismo y el odio marcando una tragedia anunciada.
Hemos escuchado en esta conmemoración mea culpas de poca credibilidad, porque llegan condicionados por las cámaras y el período pre-electoral. Paralelamente a la agenda oficial que arman el Gobierno y la Concertación, aparece la demanda civil de la Agrupación de Ex Presos Políticos contra el Estado.
Mientras esto ocurre, los medios eluden tratar temas más de fondo y queda en el aire una gran pregunta: ¿pedirán perdón los civiles que se enriquecieron al alero de la dictadura en un saqueo impune de las empresas públicas? No, de eso no se habla. Como tampoco de la deuda subordinada que subsidió con 5 mil millones de dólares a la banca quebrada en la crisis de 1982, ni de la Ley de Obtentores que trata de pasar colada en el Senado, entre tanta polémica y tanta mirada al pasado. El tema de quienes se enriquecieron con una dictadura que partió sin modelo económico y que recibió en bandeja dos años después a los economistas de Chicago con su neoliberalismo, seguirá en la nebulosa. Permanecerán intocables los sacrosantos templos del dinero.
El compromiso de “Nunca Más” queda acotado a torturas, desapariciones, exilio y exoneraciones, pero no incluye reversar situaciones consumadas que pesan hoy en Chile, como lo es el sistema previsional que entrega capital sin costo a los grupos económicos y pensiones de hambre a los afiliados. Chile endeudado y soportando abusos de los monopolios privados en telefonía, energía y sanitarias; Chile entendiendo que necesita recuperar un Estado responsable que reduzca las brechas de ingreso. A 40 años de una tragedia, siguen firmes los pilares fundacionales del modelo concentrador. Un modelo que se sigue afirmando en una ilegítima Constitución, redactada a la medida del Dictador y aprobada mediante un mayúsculo fraude electoral, sin registros electorales, en plena dictadura y terror, en 1980.
Todas las remembranzas escuchadas en este mes, siguen sesgadas por las posiciones que cada quien mantuvo entre 1970 y 1973, en esos 1000 días que partieron como la vía democrática al socialismo, colapsando como experiencia en una tragedia que sigue fracturando el Alma de Chile.
La moraleja finalmente es que se impondrá “la solución biológica” que auguró Patricio Aylwin: este drama terminará con la paz de los sepulcros, cuando todos los protagonistas de esa época hayamos partido.
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