Ilustración Manuel B. Brito, Costa Rica / Especulaciones de lo Humano |
Por desgracia, ya lo sabemos, la historia de los últimos 500 años se ha ido fabricando de manera lenta, sorda y taimada, pero ciertamente segura, sobre una enorme trufa de cuño esencialista, que desde la época de la burguesía clásica viene representada por esa idea recurrente en la economía política desde Adam Smith (y de Thiers, el oportunista político por antonomasia): “En tiempos muy remotos había, por un lado, una elite diligente, y por el otro una pandilla de vagos y holgazanes”. Es por eso que en muchas ocasiones la realidad se aclara con sólo recordar cuestiones básicas que acabamos olvidando bajo tanto “edulcorante”.[1] Semejante afirmación implica, obvio, una violencia sin precedentes en la historia de la humanidad.
Y el caso es que solemos olvidar que nuestra sociedad consumista no tiene otro origen que el enorme saqueo del continente americano. Los escritos de Cristóbal Colón, ya sean las cartas privadas, ya su “Diario”, nos muestran a un marino, y a una sociedad, obsesionado con encontrar oro [2], poseído por el deseo de la ganancia rápida, que quiere llegar a las riquezas de Catay (China) y las especias de las islas indonesias por otra vía que la tradicional de la ruta de la seda o la nueva vía explorada por los portugueses con la navegación de cabotaje de las costas africanas, desde la mitad del siglo XV.
Solemos olvidar que nuestra sociedad consumista no tiene otro origen que el enorme saqueo del continente americano
Ya entre el siglo XIV y XV se inicia la primera acumulación de capital en la historia de la humanidad. Existe una próspera “industria” manufacturera de tipo artesanal en las ciudades-estado italianas, las antiguas ciudades de la liga hanseática, Flandes y Países Bajos. Todas estas estructuras económicas, dominadas políticamente por la burguesía, funcionaban de una forma muy parecida: extraían materias primas de las zonas bajo su influencia comercial y vendían productos elaborados. Sin embargo, no habían iniciado aún en esos territorios la política de “tierra quemada” que poco después se practicó en el recién descubierto continente, y más tarde, en el XIX y XX, en África y Asia. Pero la manufactura exige, primero, separar a los siervos de las tierras y concentrarlos, luego, en las ciudades como mano de obra libre de vender lo único que posee, su fuerza de trabajo (puesto que les han sido arrebatados los medios de producción de que antes disfrutaban). Ya conocemos el proceso de la migración campesina del campo a la ciudad y la progresiva ruina y subsiguiente conversión en masas asalariadas de la mayoría de artesanos durante la Baja Edad Media.
En América, esa dinámica de la acumulación de capital, de la sobreexplotación de la naturaleza y de la configuración de las relaciones humanas como una relación libre, directa y exclusiva entre sujetos libres, que sólo poseen la fuerza de trabajo, y los propietarios de los medios de producción, que ejercen el dominio social para extraer una plusvalía, se acelera y multiplica hasta cotas insospechadas en aquella época. Juegan a favor del proceso el hecho de que los conquistadores tutelen [3] a los indios como seres indefensos que necesitan de la guía espiritual de los recién llegados, esa élite emprendedora que debe “educar” a la panda de holgazanes, y también que existen unas estructuras sociales que desaparecen pronto pues el sistema económico y político que las sostenían desaparecen también muy rápidamente. Para muestra un botón. De 1570 a 1620 la población indígena en el Virreino de México pasa de veinticinco millones a poco más de cinco; en el Perú, de millón y medio a escasamente medio millón. Afectan las nuevas enfermedades traídas por los blancos, por supuesto. Pero también el nuevo régimen de vida que imponen los extranjeros. Los indios no están acostumbrados a esos trabajos forzados en las minas de oro y plata, ni soportan la vida dentro de las reducciones y encomiendas, donde el maltrato, pese a las denuncias de De las Casas, es la norma. La sustitución, además, de los policultivos aborígenes, que en algunos casos antes de la conquista permitían un intercambio de excedentes entre regiones, por monocultivos que no tenían en cuenta las necesidades de la población originaria, hizo el resto del trabajo. Obligaba a los campesinos de las civilizaciones más desarrolladas a entrar en el circuito monetario europeo, cambiando los alimentos que ya no podían producir por el salario que percibían en las minas o en los monocultivos. Fue entonces cuando los españoles advirtieron que la planta de la coca como objeto de consumo habitual, no como una excepción del protocolo religioso, podía rendirles pingües beneficios en la explotación de reducciones y encomiendas [4]; un indígena trabajaba todo el día sin apenas comer, sin mostrar signos de fatiga, hasta morir extenuado, con aquella planta milagrosa: los recién llegados arrebataron más terrenos a la selva, dedicados al nuevo cultivo. Aquellos que se negaban a trabajar en las minas o en las plantaciones sufrían los “aperreamientos” descritos, entre otros, por De las Casas.[5]
De 1570 a 1620 la población indígena en el Virreino de México pasa de veinticinco millones a poco más de cinco; en el Perú, de millón y medio a escasamente medio millón
Por supuesto, testimonios como el del dominico sirvieron a las potencias emergentes desde el siglo XVII (Inglaterra, Francia, Países Bajos) para crear la famosa “leyenda negra” de los españoles; sin embargo, tampoco obraron de manera distinta en el nuevo continente. Mientras en las colonias hispanas se produjo una mezcla intensa e interesante de culturas (muchas, no obstante, desaparecieron ante la presión de los blancos), en el caso anglosajón cualquier intento de entendimiento y de fusión quedó desde el primer momento descartado. Podríamos citar el ejemplo portugués como una vía intermedia entre un extremo y otro.
En cualquier caso, la colonización de América fue un modelo de explotación que tanto los españoles, los portugueses como los anglosajones exportaron a África y Asia. La diferencia quizá resida en que dicho modelo se aceleró y “refinó” sus métodos, fruto de la diferencia histórica que separaba a los reinos hispánicos del resto de Europa. Mientras la monarquía española “abortó” la ascensión de la burguesía al poder político , por tanto, la explotación capitalista de los nuevos territorios fue, digamos, hasta el siglo XIX “incidental”, de mero sostenimiento de un viejo modelo económico y social feudal en la Península, en África y Asia el capitalismo de la Segunda Revolución Industrial practicó el principio de “tabula rasa” amparándose siempre en el discurso de las élites que venían a rescatar de la barbarie y la indolencia a la “panda de holgazanes” de aquellas culturas inferiores. Precisamente el imperialismo decimonónico de la Segunda Revolución Industrial permitió el despegue del consumo en los países occidentales y consagró la diferencia, vigente aún hoy, entre países del “Primer Mundo” y países del “Tercer Mundo”: la diferencia de consumo de materias primas, de consumo de fuentes de energía y de consumo de bienes elaborados. Dicho consumo supone, por un lado, supeditar esas economías “tercermundistas” a los intereses del mundo “desarrollado”, y por otro, un uso irracional, desviado y sin visión de futuro de los recursos naturales. Se deja en herencia a las generaciones venideras la idea de que el progreso social consiste en un aumento exponencial del consumo de bienes materiales, y no que el desarrollo consiste en ajustar la acción del hombre al equilibrio del medio en el que vive.
La colonización de América fue un modelo de explotación que tanto los españoles, los portugueses como los anglosajones exportaron a África y Asia
El modelo social y económico que hoy impera en el mundo entero implica que el Sistema Solar no es suficiente espacio para que el hombre viva. Sirvan como ejemplo de esa idea y como vía para reproducir ideológicamente una forma de pensamiento “economicista” los fastos del día de la Hispanidad, especialmente la famosa Expo 92 de Sevilla. De aquella inmensa mole de 111 edificios que costaron la friolera de cinco mil millones de euros sólo quedan en pie cincuenta y dos.[6] En veinte años se han construido otros treinta y cinco. El principal problema ha sido conseguir integrar aquel proyecto faraónico en la economía de la ciudad y de la comunidad autónoma: nadie se atreve a aceptarlo, pero digerir una píldora durante tanto tiempo y no conseguir el efecto que se buscaba da qué pensar. Los datos oficiales hablan de 2000 millones anuales de producción en I+D, a todas luces incorrecto, pues muchas de las empresas instaladas no guardan relación con el sector. Hace veinte años se acometió, paralelamente a aquellos fastos, la “modernización” de las comunicaciones ferroviarias; bastaba con el proyecto que proponía Talgo, que no precisaba, además, el cambio de vías; se optó por el método más costoso y, en parte, inadecuado, del Ave, cambiando el ancho de vía y realizando trazados alternativos que tampoco permitían apurar la velocidad del nuevo tren. Para semejante viaje, ¿para qué aquellas alforjas? Eso es el desarrollo, una violencia hoy institucionalizada que sólo sirve para crear la plusvalía del capital.
Miguel García Rodríguez /
"Estudioso" de las relaciones entre la filosofía, la literatura y la historia
Texto publicado en el nº 7 de la edición impresa de NOTON
"Estudioso" de las relaciones entre la filosofía, la literatura y la historia
Texto publicado en el nº 7 de la edición impresa de NOTON
NOTAS:
1] ALTHUSSER, Louis, Ideología y aparatos de Estado, La Pensée, nº 151, París 1970 http://www.infoamerica.org/documentos_pdf/althusser1.pdf
2] Cartas de Colón http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/literaturadelaconquista/CartasdeColon.asp
3] Debate sobre la naturaleza de los indígenas, blog Documentación para la didáctica - Libart http://recursoslibart.blogspot.com.es/2010/04/debate-sobre-la-naturaleza-de-los.html
4] Uso tradicional de la Coca entre los Indígenas de América, web Centro de Investigación "Drogas y DD. y HH." http://www.ciddh.com/es/articulos.php?id_cat_articulo=cat_200911231149372476040019769&id_articulo=art_201102031429133570380044776
5] DE LAS CASAS, Fray Bartolomé, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, http://www.ciudadseva.com/textos/otros/brevisi.htm
6] La mitad de los pabellones de la Expo se mantienen 20 años después, Málga Hoy 20/04/12 http://www.malagahoy.es/article/andalucia/1238079/la/mitad/los/pabellones/la/expo/se/mantienen/anos/despues.html
"Tiempos de
propiedad
fragmentos
al rededor
de historias no olvidadas de injusticias tiránicas..."
Ilustración y texto
Manuel B. Brito,
Injusticias tiránicas / Dinero
"Tiempos de
propiedad
fragmentos
al rededor
de historias no olvidadas de injusticias tiránicas..."
Ilustración y texto
Manuel B. Brito,
Injusticias tiránicas / Dinero
Partiendo de que comparto el fondo del análisis que plantea Miguel en este artículo, no tengo más remedio que hacer crítica del mismo, no con el afán de de hacer un juicio desfavorable, sino con el de público éxamen que permita avanzar en la misma linea que nos plantea.
ResponderEliminarEl problema que observo es que el autor no ha tenido en cuenta el salto cualitativo entre diferentes épocas y que si bien en todas ellas el capitalismo se manifiesta como una relación de poder y violencia, hay que considerar tambien que existe un cambio considerable durante el Siglo XX y que nos servirá de ejemplo el caso que nos presenta de la Expo´92 de Sevilla.
Esto pequeño "error" se produce en un plano puramente conceptual, porque comparto con Miguel que el Desarrollo es siempre una forma de poder y violencia, pero habría que matizar tambien que este no se ha manifestado de igual forma en todas las épocas ni en las prácticas ni en los discursos.
Es decir, cuando los conquistadores y colonizadores llegaron en el S. XV y sucesivos a América, Africa o Asia no planteaban a los pueblos conquistados que llegaban para desarrollarlos, simplemente los hacian esclavos, o bajo condiciones extremas de explotación no muy diferentes de las que se daban en Europa.
En este sentido y volviendo al ejemplo de la Expo´92, que sólo es un ejemplo y ahora veremos por qué, las formas en que el poder y la violencia se manifiesta es mucho más sutil, ya no es necesario someter por la fuerza a la gente, o al menos la fuerza física, sino que la conquista va implícita en la aceptación de un discurso y unas creencias determinadas y que a nuestro amigo Miguel se le ha pasado por alto.
En este caso si que se manifiesta la ideología del Desarrollo en toda su plenitud, cuando es aceptado por la mayoria de forma acrítica, cuando se asocia a crecimiento económico, a empleo, a infraestructuras, etc.
Si preguntásemos a cualquier persona hoy dia que significa la palabra desarrollo, no tengo la menor duda que su respuesta sería "mejora", "avance", "empleo", "crecimiento" o incluso "calidad de vida", "democracia", "educación", "salud", etc. Es decir, todo aquello concepto que es más valorado en nuestras sociedades y que asociaciamos tambien a la idea de bienestar social.
La pregunta necesaria entonces y a la que debemos dar respuesta es como se ha constituido esta ideología y por qué ha conseguido ser tan aceptada en el mundo. La respuesta debemos buscarla en el binomio conceptual de riqueza-pobreza como parte esencial o trasfondo de la lógica del desarrollo que en este sentido adquiere la connotación clásica de Ideología o falseamiento de la realidad.
En este sentido la ideologia del desarrollo ya no necesita aludir al concepto mismo, sólo necesita para imponerse el discurso de las imágenes, asociando pobreza a miseria, a desposeimiento, y aquí ya se trata más de formas de violencia simbólica en las que participan directamente no sólo las instituciones de mercado, sino tambien el Estado, los medios de comunicación y el sistema educativo.
Saludos.