Desde el comienzo de
la crisis financiera en 2008, las razones esgrimidas para dar sentido
a tan súbita debacle económica han sido tan numerosas como
heterogéneas. Si bien se ha alegado de forma recurrente que la
ciudadanía española ha vivido por encima de sus posibilidades, o
que el gasto social del Estado ha desembocado en un déficit
público
excesivo que ahora es necesario revertir mediante contención y
austeridad; lo cierto es que las causas ulteriores de la crisis van
más allá de ese estado de histeria consumista experimentado en los
años de bonanza.
Business is Picking Up, William Gropper, 1933 |
Fundamentalmente,
porque esa realidad que configuró la famosa burbuja
inmobiliaria
fue inducida por una serie de actores interesados en invertir en un
país que ofrecía una gran rentabilidad. Bancos alemanes y franceses
principalmente destinaron ingentes cantidades de dinero al negocio
del ladrillo español y otras economías periféricas de la Eurozona
como Portugal, Italia o Grecia. En el caso alemán, la concentración
de capital en el sistema financiero del país, fruto del papel
preponderante desempeñado en la nueva Unión Europea tras su
reunificación, posibilitó la inversión masiva en otros mercados en
lugar de que ésta revirtiera en el desarrollo de la economía
nacional y, concretamente, en el aumento del gasto público y la
subida de los salarios.
Bancos alemanes y franceses principalmente destinaron ingentes cantidades de dinero al negocio del ladrillo español y otras economías periféricas de la Eurozona como Portugal, Italia o Grecia.
Se trataba, así
pues, de una estrategia especulativa legitimada por el Banco Central
Europeo, el cual facilitó la emisión de tipos
de interés
extremadamente bajos, y el gobierno socialdemócrata de Gerhard
Schroeder, contagiado por la doctrina neoliberal que la banca germana
había instituido como dogma irrenunciable. Al fin y al cabo, tenían
todos los mecanismos necesarios para obtener beneficios
incalculables;
atractivos mercados
del sur para explotar con los que compartían una moneda común e
incluso un Banco Central controlado por el Bundesbank. Pues no
debemos olvidar que el BCE es una institución al servicio de la
banca alemana cuyo origen se encuentra en la concesión a Alemania
realizada por el resto de países europeos a cambio de que ésta
abandonara su moneda (el marco) y entrase a formar parte de la UE.
Ello explica, por otro lado, la razón por la que el BCE continúa
negándose a comprar deuda de los países en crisis, tal y como dicta
sus funciones.
Así pues, nos
encontramos con que los bancos alemanes (y del centro de Europa en su
conjunto) invirtieron grandes sumas de dinero en España y el resto
de la periferia del continente, ya fuese a través de la compra de
deuda soberana o de activos financieros vinculados al negocio
inmobiliario, en el caso español. De este modo, según los datos del
Banco Internacional de Pagos (BIS en sus siglas en inglés), los
bancos alemanes tenían prestados más de 700 billones de dólares en
Grecia, Irlanda, Italia, Portugal y España a finales del año 2009.
Por su parte, las grandes entidades francesas (BNP Paribas y Credit
Agricole) contaban con casi 500 billones en inversiones en el sur de
Europa.
Pues no debemos olvidar que el BCE es una institución al servicio de la banca alemana
Sin duda, se trataba
de un negocio especialmente lucrativo, sobre todo en lo que al sector
inmobiliario se refiere. En España, la desregulación del sistema de
hipotecas había permitido que los bancos concedieran préstamos a 30
ó 50 años sin apenas comprobar que el cliente estuviese en
condiciones de devolver ese dinero. Una vez que la ciudadanía tenía
posibilidad de acceder a la financiación, aunque fuese a cambio de
estar pagando el préstamo toda una vida con grandes intereses
acumulados, el siguiente paso era elevar artificialmente los precios
de los inmuebles de forma desorbitada, disparando la especulación,
las corrupciones urbanísticas y los beneficios de los grandes
interesados del negocio; bancos, constructores y políticos.
Sin embargo,
salpicada por las consecuencias de la hecatombe
financiera en Estados Unidos producto de las hipotecas subprime,
la banca del centro de Europa cesó el flujo de capital hacia el sur
de forma inmediata. La burbuja explotó de un día para otro. Es
entonces cuando, tras meses de desconcierto y una irresponsable
actitud negacionista por parte del gobierno de José Luís Rodríguez
Zapatero, el déficit público comenzó a escalar (cuando meses antes
se hablaba de superávit), las entidades bancarias cortaron el
crédito, las empresas se declararon insolventes y millones de
personas engrosaron las estadísticas de desempleados.
tras meses de desconcierto y una irresponsable actitud negacionista por parte del gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero, el déficit público comenzó a escalar
Una historia que,
desafortunadamente, no acaba aquí. Pues la deuda española que
compró masivamente Alemania, así como los préstamos que ahora las
familias y empresas no podían pagar, debían ser devueltos a los
acreedores, quienes comenzaron a inquietarse por las dudas sembradas
en torno a nuestra economía. Como en un efecto dominó, los países
periféricos europeos empezaron a caer en la insolvencia.
Las prácticas fraudulentas desarrolladas durante años por los
bancos de estas naciones (en complacencia con sus socios del Centro),
así como la corrupción endémica en las administraciones públicas,
salieron a la luz y sirvieron de excusa idónea para que los
especuladores del mercado financiero dinamitaran la poca credibilidad
que aún detentaban nuestras economías. Lo que un día fue
abundancia, pingües beneficios y capitalismo salvaje en todo su
esplendor, ahora era la muestra evidente de un Sur plagado de vagos,
maleantes, ignorantes y corruptos, unos PIGS que habían gastado todo
el dinero que tenían, curiosamente el que alemanes y franceses
habían prestado.
Sin embargo, no nos
habíamos gastado todo el dinero (aunque tampoco se pusieron grandes
trabas para impedirlo). El súbito y desmedido crecimiento del
déficit público del Estado no se puede explicar por los efectos de
un gasto descontrolado, sino por la paralización de los ingresos
debido a las dificultades de acceso a la financiación en los
mercados internacionales y el colapso del sector productivo. La deuda
pública
española se sitúa en 600.000 millones de euros, una cifra que en
porcentaje de PIB
se encuentra veinte puntos porcentuales por debajo de la media
europea. Antes de 2008, España había pedido prestado el
equivalente al 36% de su PIB, mientras que Bélgica lo había hecho
en un 84%, y Alemania y Francia en un 65%.
El problema reside
en una deuda privada que no ha dejado de crecer en los últimos años
y que engloba desde la familia que no puede pagar su casa (y es
desahuciada por ello), hasta el empresario que tiene que cerrar
porque no tiene dinero para hacer frente a los acreedores, hasta los
bancos y cajas de ahorro que deben astronómicas cantidades de dinero
al BCE y otros bancos, principalmente alemanes y franceses. Así
pues, si el crédito no fluye, la actividad productiva se congela y
la generación de riqueza se antoja insuficiente para equilibrar la
balanza de pagos del estado. Ahondar en las políticas de ajuste para
lograr ese equilibrio, recortando derechos sociales y contrayendo aún
más la inversión pública y privada es, de este modo, una salida al
problema profundamente ineficaz, en la medida en que la generación
de riqueza irá disminuyendo al mismo ritmo perpetuando el bucle
deficitario.
Ahondar en las políticas de ajuste para lograr ese equilibrio, recortando derechos sociales y contrayendo aún más la inversión pública y privada es, de este modo, una salida al problema profundamente ineficaz, en la medida en que la generación de riqueza irá disminuyendo al mismo ritmo perpetuando el bucle deficitario.
The Gentleman's Guide to Amputation |
Por ello, ahora es
España el gran problema para la estabilidad de la UE o, lo que es lo
mismo, para los intereses de la banca del centro del continente, pues
es aquí donde se concentran 113 billones de euros en bancos,
empresas y gobiernos. Y ante el constante acoso de los mercados, que
siguen dinamitando las posibilidades del país para financiarse (en
cada crisis son muchos los que ganan), la capacidad para responder
ante los acreedores se reducen a un nuevo rescate total que se prevé
para los dos próximos meses.
la capacidad para responder ante los acreedores se reducen a un nuevo rescate total que se prevé para los dos próximos meses.
Contra la percepción
general, esta intervención directa por parte de la troika no va
destinada a paliar las deficiencias de la maltrecha economía
española en una suerte de misión humanitaria financiera, sino a
invadir política y económicamente un país sin más objeto que
recuperar las inversiones que durante años bancos del centro de
Europa realizaron en nuestro país con beneficios incalculables. Y
para ello, el mecanismo de actuación consiste en desmantelar el
Estado de bienestar y conducir a la pobreza funcional a millones de
personas, además de reducir a cenizas el futuro de la nación a
partir de una política económica que persigue exclusivamente el
reintegro de la deuda aunque ello signifique destruir todo su tejido
productivo.
esta intervención directa por parte de la troika no va destinada a paliar las deficiencias de la maltrecha economía española en una suerte de misión humanitaria financiera, sino a invadir política y económicamente un país sin más objeto que recuperar las inversiones que durante años bancos del centro de Europa realizaron en nuestro país con beneficios incalculables.
Desafortunadamente,
las opciones de España ante esta circunstancia son limitadas. La
reforma constitucional pactada el pasado año entre el PSOE de
Zapatero y el PP maniató definitivamente la autonomía del país al
conceder prioridad absoluta al pago de la deuda. Esto significa que,
por encima de la educación y la sanidad pública, el sueldo de los
funcionarios, el sistema de pensiones, la conservación de las
infraestructuras o cualquier otra partida de dinero público, se
encuentra la obligación contraída con los acreedores. Es decir, si
España no pide el rescate, el escenario más probable es la
suspensión de pagos, pues eso es lo que dicta desde el año pasado
nuestra Constitución.
Las dos conclusiones principales que podemos extraer de este breve relato de la ignominia son:
1. Los bancos del
centro de Europa, y especialmente los alemanes, utilizaron durante
años a España y el resto de países del sur como escenario de
excepción para lucrativas inversiones con las que se insufló vigor
a una burbuja inmobiliaria que finalmente explotó provocando un
colapso del sistema económico español y el pánico de sus
acreedores. Estas prácticas fueron llevadas a cabo con la
complacencia directa del Banco Central Europeo, una extensión vital
de la banca alemana, cuyo rol posterior en la crisis ha demostrado la
ideología neoliberal que lo domina; dejar hacer a los mercados
aunque ello signifique la defenestración de los países más
débiles. España es ahora la siguiente víctima, y el BCE no
realizará ningún movimiento para salvarla de los especuladores. Sin
embargo, los bancos alemanes no se contentarán con recuperar su
dinero sino que acudirán como hienas a roer los despojos de un país
que pondrá en stock y a precio de saldo empresas públicas y
servicios, además de ofrecer un amplio catálogo de casas low
cost a
pie de costa para jubilados del Norte dispuestos a pasar el resto de
sus días junto a vagos, maleantes e indigentes.
España es ahora la siguiente víctima, y el BCE no realizará ningún movimiento para salvarla de los especuladores.
2. El colapso de la
economía española ha demostrado la fragilidad de un sistema
dependiente de las inversiones realizadas por agentes externos que
han utilizado el país como un gigantesco paraíso donde forjar
fortunas. Esto, unido a la corrupción endémica y el despilfarro
protagonizado por la clase política española, independientemente de
su signo político, han condenado a la ciudadanía que los continúa
eligiendo a un futuro incierto donde la democracia y la independencia
cobran tintes utópicos.
En la búsqueda de
culpables de esta crisis, podemos señalarnos como responsables
directos del dispendio y clamar contra todos aquéllos que compraron
apartamentos por 50 millones, se iban al Caribe cada verano o
rapiñaban un subsidio de desempleo; o bien podemos mirar un poco más
arriba y apuntar hacia los que hicieron fortuna con nuestra locura.
Es el eterno debate, quién es más culpable en el genocidio,
el que aprieta el gatillo o el que fabrica y se lucra con el arma.
Colaborador NOTON
Jesús
Cruz Álvarez @jesusbenabat
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