Hernán Narbona Véliz | Se puede sentir vergüenza como chileno del hecho que se cumple hoy, donde nostálgicos de la dictadura rinden homenaje en el Teatro Caupolicán al dictador Augusto Pinochet Ugarte, quien encabezó un gobierno que implantó el terrorismo de Estado, la tortura, el exilio, el crimen y la desaparición de personas, la concertación con otros regímenes similares para eliminar a los opositores en el marco siniestro de la “Operación Cóndor”, en que los sicarios del aparato público de seguridad asesinaban y cometían atentados fuera de Chile.
Tal fue el sino violento y cínico del dictador Pinochet, además de la corrupción que se pudo conocer a través del escándalo del Banco Riggs, donde se demostró su enriquecimiento ilícito durante los 16 años del régimen militar, más el período en que lo blindaron como Comandante en Jefe del Ejército y posteriormente como Senador designado. Sólo el Juez Garzón de España tuvo el coraje suficiente como para someterlo a proceso. Los gobiernos de la Concertación lo rescataron de España y jamás se logró el juicio que exigía la historia, lo cual aportó otra dosis de vergüenza en el alma de Chile, con su transición llena de áreas grises que han impedido, hasta ahora, transparentar la verdad de un período de horror para millones de compatriotas y de prebendas indefendibles para los ligados al régimen militar.
En mi profunda convicción democrática y republicana, he señalado, parafraseando a Darío Sainte Marie Soruco, más conocido por su seudónimo periodístico Volpone, fundador del diario Clarín en Chile, cerrado por la dictadura apenas se realizara el golpe de Estado de 1973, “Estoy en absoluto desacuerdo con tus ideas, pero daría mi vida por tu derecho a expresarlas”. En este sentido, la ley protege la libertad de expresión y cualquier grupo de personas puede pedir un acto público, sujetándose a la normativa vigente.
Sin embargo, en Europa si un grupo de ultraderecha reivindicase mediante un acto público el genocidio como medio para alcanzar la pureza racial, eso sería delito porque la democracia como sistema se protege de ese tipo de expresiones y las repudia. En Chile, el acto de homenaje a un dictador y delincuente fue respaldado por la Corte Suprema que rechazó un recurso de protección que presentaron las Agrupaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos para impedir un acto en el cual se alabaría a un criminal que practicó el terrorismo de Estado y además la corrupción.
La situación es que este acto de la ultraderecha trasnochada que está en oposición al gobierno de centro derecha de Sebastián Piñera y repudia ideológicamente al comunismo y al progresismo de centro izquierda, trascendió y cobró relevancia fundamentalmente por el visceral repudio que ha tenido en las redes internacionales, donde este tipo de expresiones resulta incomprensible e insoportable.
Lo que hay detrás de este acto de homenaje a Pinochet es la rearticulación de una derecha golpista histórica que jamás ha sido democrática, que ha golpeado los cuarteles o recurrido a leyes malditas con tal de excluir expresiones o acciones que atenten contra sus intereses. Las vinculaciones de estos grupos minoritarios con los poderes económicos puede ser de grave impacto, toda vez que quedan como la opción de fuerza e instrumento político de tales intereses, ya sea nacionales o internacionales, para amenazar el sistema democrático si dentro de él se quisiera avanzar hacia políticas públicas que tocaran los templos del poder erigidos durante la dictadura de Pinochet y el período de transición amarrado a la Constitución de 1980, traje a la medida que hasta hoy sigue siendo camisa de fuerza para una democracia efectiva.
Esa ultraderecha acecha, siente que el gobierno de Sebastián Piñera ha sido mucho menos dúctil e influenciable que los gobiernos de la Concertación, le molestan a esa ultraderecha las medidas liberales que se ha aplicado en materia de minorías, la hace palidecer cualquier intento de corregir el sistema de pensiones de donde se han abastecido de recursos para lograr cada vez más concentración de la riqueza; les molesta el SERNAC financiero que impide los abusos en contra de los deudores. El progresismo de centro derecha perturba a la ultraderecha porque sienten que se trata de políticos que estarían blasfemando en contra de sus principios de clase, como lo es la exclusión, el voto censitario y la represión de los movimientos sociales y del sindicalismo por ser sus enemigos declarados.
Esa ultraderecha cobarde y apátrida se sirvió de los militares para romper con sangre un proceso constitucional y luego imponerle al país un modelo de capitalismo salvaje y depredador del medio ambiente. Por eso sus nostalgias y por eso su rearticulación para velar por sus intereses permanentes, aunque ello implique de nuevo eliminar las libertades públicas e imponer el terrorismo de Estado. Su fin justifica los medios. Son un peligro a nuestra institucionalidad.
10/06/2012 · Hernán Narbona Véliz · Periodismo Independiente/NOTON
Comentarios
Publicar un comentario