La ideología liberal se sustenta esencialmente en anteponer la libertad sobre el otro gran elemento ideológico por naturaleza: la igualdad.
Pero libertad no significa sólo libertad de mercado, sino también de decisión. Y es ahí donde en nuestro espectro político la derecha no es sólo liberal, sino también conservadora y religiosa. Como demuestran sus posicionamientos coercitivos sobre libertades fundamentales y el derecho individual a decidir, como en el caso de su posicionamiento ante la interrupción voluntaria del embarazo o la eutanasia.
El liberalismo defiende la voluntad, la capacidad propia y el esfuerzo personal como vía para la consecución de sus objetivos. No en vano su cuna fue esa nación surgida, los Estados Unidos, de una independencia basada en dichos postulados. El conservadurismo tiene un especial apego a la costumbre, a la tradición, lo que indefectiblemente en nuestro contexto lleva al apego religioso.
Con todo ello, reflexionar sobre el panorama educativo en nuestro país a partir de este momento puede tornarse estremecedor. No sólo los recortes made in Aguirre ponen los pelos de punta sino que existe un gran sustrato social que los apoya. José Luis Garrido, catedrático de Educación Comparada de la UNED declaraba que el aumento de horas de docencia de los profesores era una medida “razonable”. Me pregunto si él se habrá enfrentado a muchas clases de la ESO durante varias horas seguidas. Si se las habrá preparado, si se tomará en serio a cada uno de sus alumnos y sus prácticas individuales. Y lo del aumento de horas es sólo un ejemplo de hacia donde se dirigen las políticas educativas de esa casta política cuyos hijos no acuden a las escuelas públicas. Porque dice mucho de quienes van a dirigir el sistema de enseñanza público que no lo consideren una opción para sus vástagos. Además, se dedican a vapulearlo públicamente, como cuando, de nuevo Esperanza Aguirre, perdonen la reiteración pero esta mujer es un dechado de oratoria, sugirió que los niños andaluces tomaban clases en el suelo. Al final, todo es una cuestión de recursos. ¿Dónde irán los fondos que dejen de destinarse a la escuela pública? Adivinen.
Si hay algo que el liberalismo económico tiene muy claro es que para que unos gocen de unos determinados privilegios, otros deben proveerlos de ellos. Además, el conservadurismo apoya esta tesis que antiguamente se llamaban “estamentos” y menos antiguamente “clases” y que ahora, como por arte de magia no tiene nombre pero sigue patente en la calidad de los abrigos que se visten o en el nombre del colegio de los niños. Una de las tesis más defendidas por la derecha española, explícita o implícitamente, es que no todos somos iguales. Ya se sabe, es que hay niños que no valen para estudiar (aunque estén sólo en primaria, es que es obvio que no tienen las capacidades). Y ante las desigualdades, quienes van a salir peor parados, como siempre, serán los que no gocen de un estatus privilegiado, que dicho así suena muy grandilocuente pero que se resume en que quienes no puedan pagarse una educación de calidad, sencillamente, no la recibirán. O bien se encargarán los filtros educativos de mandarlos, con suerte, a una FP, o sencillamente y en comparación con esos centros en los que si vale la pena invertir en ellos, los estudiantes no saldrán bien formados de su etapa educativa.
Eso sí, el panorama social que va a generar será el idóneo: un montón de curritos sin miras (suerte de aquel a quien le venga de fábrica) y sin conocimiento a los que explotar bien. Al fin y al cabo, serán los polvos de estos lodos que son la voluntad popular hecha papeleta de voto.
4/05/2012 · Belen Zurbano · NOTON
* Este texto fue publicado en el número 6 de la Revista NOTON.
Belén Zurbano es Periodista e investigadora del Departamento ‘Periodismo I’ de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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