Una de las recomendaciones más extendidas desde el movimiento ecologista es la “Norma de las Tres Erres”: Reduce el consumo. Si no puedes reducir, Reutiliza, Y, si no puedes ni reducir ni reutilizar, Recicla.
Estas tres erres pueden multiplicarse en rehabilita, repara, recapacita, etc. Todas ellas orientadas, normalmente, hacia un consumo responsable en el ámbito personal, habitualmente dentro del hogar.
Sin embargo, en nuestros hogares solo consumimos el 10% de toda el agua consumida y el 10% de toda la energía, y generamos solo el 10% de todos los residuos. Por lo tanto, en general, aplicando las tres erres al consumo responsable tan solo podremos actuar sobre el 10% de todos los impactos socio-ambientales derivados del mal uso o el sobreuso del agua, la energía o la producción excesiva de residuos. Consumos cercanos al 10% en nuestros hogares que no podremos reducir más allá de un límite inferior mínimo, pues siempre necesitaremos, por ejemplo, agua para beber y asearnos, energía para iluminarnos y estaremos obligados a generar algunos residuos. Y aunque pudiéramos eliminar totalmente el 10% de los impactos, todos aquellos relacionados directamente con nuestros consumos domésticos, no sería suficiente para frenar la Crisis Ecológica Global en la que nos encontramos. Baste con apuntar que la huella ecológica del Estado español es 3.5 veces su superficie; una reducción del 10% se antoja a todas luces insuficiente.
Aunque pudiéramos eliminar totalmente el 10% de los impactos, todos aquellos relacionados directamente con nuestros consumos domésticos, no sería suficiente para frenar la Crisis Ecológica Global en la que nos encontramos
Pero esto no debe llevarnos a pensar que la Norma de las Tres Erres no funciona. Por el contrario, si la aplicamos más allá de nuestro consumo responsable, al funcionamiento del sistema productivo, se torna enormemente prometedora. Es decir, debemos reducir, reutilizar y reciclar en nuestros centros de trabajo, donde habitualmente consumimos más agua, energía y generamos más residuos que en nuestros hogares. Y para que esto sea posible debemos cambiar el modo de organizar la producción. No podemos permitirnos que otros decidan por nosotras, en función de sus propios intereses, si utilizamos papel reciclado o no, si se colocan bombillas de bajo consumo o no, si se tira la comida sobrante o no, si se riega con goteo o no, si se moderniza la maquinaria o no, si se fabrica con mucho envoltorio o no, si se producen miles de octavillas publicitarias o no, si las reuniones se hacen por videoconferencia o no, si disfrutamos de un transporte público eficiente y suficiente o no, si se utilizan productos tóxicos o no, etc.
Debemos reducir, reutilizar y reciclar en nuestros centros de trabajo, donde habitualmente consumimos más agua, energía y generamos más residuos que en nuestros hogares
La extrema gravedad de la Crisis Ecológica Global nos exige actuar ya decreciendo (desde el consumo y, sobre todo, desde la producción) en los países enriquecidos al mismo tiempo que mejoramos nuestra calidad de vida. Los próximos cien años son claves si no queremos, por ejemplo, entrar en una fase brusca de calentamiento global, perder todas las selvas intertropicales o condenar a la extinción total a miles de especies. Los beneficios económicos de unos pocos no pueden estar por encima del interés de la mayoría y para que esto no ocurra solo hay un camino: las y los trabajadores debemos decidir sobre la producción.
La extrema gravedad de la Crisis Ecológica Global nos exige actuar ya decreciendo (desde el consumo y, sobre todo, desde la producción) en los países enriquecidos al mismo tiempo que mejoramos nuestra calidad de vida.
Dicen que las crisis son oportunidades. Empapemos las salidas alternativas a la crisis económica, esas que harán que la paguen los mismos que la han causado, de propuestas ecológicas que pongan en tela de juicio el modo de producción habitual, el volver a su senda de crecimiento. Construyamos nuevos caminos que nos permitan construirnos un mundo más justo con nosotros mismos, para lo que es imprescindible que lo sea también con nuestro entorno.
02/11/11 · Jesús Castillo · NOTON
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