23/03/2011
Francisco Ortiz
Redacción
Francisco Ortiz
Redacción
La Al Jamhuryyat es Súdan Al Democratia (en adelante Sudán), el país más grande de Africa, se encuentra en una coyuntura política de envergadura: la difícil y dolorosa secesión de parte de su territorio. A partir del próximo 9 de julio se hará efectiva la independencia de un nuevo país africano, Sudán del Sur.
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George Clooney en Juba |
El 9 de enero, día del referéndum de independencia, es ya una fecha histórica. Con un 98,83% de síes, Sudán del Sur está a punto de convertirse en una nación emergente. Con estos votos en la mano, los sursudaneses afirman que el Sur también existe y, como dicen en las calles de Juba: “¡Yes we can, too!” El presidente-dictador de Sudán, general Omar Hassan Ahmad al Bashir, aceptó los resultados oficiales, publicados en febrero, con estas palabras: “Hoy recibimos estos resultados, los aceptamos y les damos la bienvenida porque representan la voluntad del pueblo sureño. Estamos comprometidos a mantener buenas relaciones, a cooperar entre el Norte y el Sur. Buena suerte a nuestros hermanos del Sur”. De esta manera, el llamado “último baluarte de Alá”, la República del Sudán, se escinde en dos estados, uno al Norte, árabe musulmán, y otro al Sur, negro cristiano y animista.
Pero el camino de Sudán del Sur hacia el autogobierno ha sido largo y difícil. Después de dos guerras civiles, separadas por una tregua entre 1972 y 1983, más un golpe de estado militar en 1989, el más largo y ruinoso conflicto africano llegó a su fin en 2005, con el Acuerdo Integral de Paz del 9 de enero. Para hacernos una idea, se calcula que sólo en la Segunda Guerra Civil sudanesa fueron asesinados unos 1,9 millones de civiles en el Sur, y más de cuatro millones fueron desplazados, sin hogar. Para una generación entera de sudaneses del sur que no había conocido otra cosa que la guerra esta paz es un anhelo finalmente logrado.
¿Cómo se ha producido el giro de Sudán hacia la paz con el Sur? Un estado teocrático de corte islámico, orientado contra la minoría cristiana, en clara sintonía con regímenes totalitarios como el de Arabia Saudí y la Libia de Calígula Gadafi, con un fundamentalismo dividido en un sinfín de sectas. Un presidente, Al Bashir, condenado en marzo de 2009 por el Tribunal Penal Internacional por crímenes de guerra y contra la humanidad, cuyo régimen estaba aislado internacionalmente, considerado como estado terrorista. Una necesidad imperiosa de hacer frente a la deuda externa de Sudán que ascendía, según Julie Flint, a 22.000 millones de dólares en 2005. Todos estos elementos se han combinado para forzar ese giro. Pero nos falta uno. El petróleo.
Para conservar el poder, Al Bashir tenía dos opciones: continuar con los apoyos de sus aliados tradicionales (China, Arabia Saudí, Libia) o aceptar la mediación americana. Los pasos dirigidos a conseguir un proceso de paz serio empezaron con un cambio en la política americana en 2001, durante la presidencia Bush. Las negociaciones y los acuerdos de alto el fuego contaron con un apoyo financiero, técnico y diplomático importante por parte de Occidente. Con la llegada de la administración Obama, en 2009, Al Bashir recibió al enviado especial americano, el general Scott Gration, quien llevó el peso de las negociaciones con el gobierno sudanés para organizar a toda prisa el referéndum secesionista de enero de 2011.
Por su parte, el Movimiento Popular de Liberación del Sudán (MPLS) considera muy positivo el acuerdo de paz y, tras muy complicadas negociaciones sobre puntos esenciales, empezando por el petróleo, decide acelerar la celebración del referéndum. En abril de 2010 Salva Kiir es elegido para la presidencia de Sudán del Sur, con un resultado de más del 92% de los votos, lo cual da una idea de que los fraudes electorales no son sólo cosa de Jartum.
Según Pablo Jofré Leal, la presión americana en Sudán del Sur tiene al petróleo en el punto de mira. El senador demócrata John Kerry viajó a la zona con un recado de Obama para Al Bashir: la necesidad de hacer un referéndum limpio y de aceptar el resultado. A cambio, Sudán saldrá de la lista negra de estados canallas terroristas. En cuanto al petróleo, los beneficios que vienen del Sur deberán dividirse a partes iguales entre Jartum y Juba, capital del nuevo estado. Los oleoductos quedarían bajo el control del Norte, en su ruta hacia el mar Rojo. Al Bashir aceptó el trato.
El decidido apoyo de Obama al líder Kiir, del MPLS, se ha traducido en una campaña mediática. Cuenta Alvaro de Cózar, de El País, que en Juba se vive un ambiente internacional. Por allí pasan los diplomáticos, los periodistas de las grandes agencias, los asesores de prestigio en referendos, los humanitarios de las ONG y las estrellas de cine como George Clooney. Pero, ¿qué hace Clooney en Juba?
Después de uno de sus viajes a Sudán, Clooney se reunió en la Casa Blanca con el presidente Barack Obama, en octubre de 2010, para pedir más presión americana y lograr un referéndum pacífico. Abogaba el actor por una diplomacia firme en la región. Su labor en Darfur le valió recibir el Premio Humanitario Bob Hope en la gala de los Emmy en agosto de 2010.
Dado que la posibilidad de nuevos estallidos de violencia en Sudán del Sur es real, y que los observadores internacionales temen una nueva guerra por la gestión de los recursos, se ha presentado a los medios el programa Satellite Sentinel Project. Financiado por la ONG de Clooney Not on Our Watch, por la ONU y por la Universidad de Harvard, un satélite vigilará el territorio sudanés para detectar movimientos de tropas y señales de violencia para alertar de posibles crímenes de guerra. Las fotos del satélite son analizadas en Harvard, y con la ayuda de Google se harán públicos los datos. De este modo espera Clooney presionar al gobierno sudanés.
La evidente influencia americana en Africa pasa por mantener a salvo al precio que sea los intereses de las empresas petrolíferas que tienen negocios vinculados al éxito del nuevo estado sursudanés. Mucha bella democracia y bonitos rostros de la pantalla, pero mantenida sobre abusos de otras democracias y de sus pueblos. Detrás, se sostiene el modo de vida americano, de muchos humanitarios ciudadanos democráticos y bienpensantes.
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