Este joven pintor italiano nos ofrece en sus pinturas sobre los más diversos soportes, un arte directo y de gran impacto visual, que sigue una fuerte influencia de su ídolo Jean Michel Basquiat.
El año pasado, durante mi estancia en Santiago de Compostela gracias a la beca Séneca, entre las persona que conocí estaba Androcho, un joven gallego que el año anterior había tenido como compañero de piso a un chiflado italiano; ¿os imagináis quien era? Así es, nuestro pintor, Alexandro Ruggieri.
Ruggieri había estado en Santiago haciendo un Erasmus para su carrera, Económicas... pero él quería y quiere ser pintor, por lo que sacaba todo el tiempo que podía de sus estudios para dedicarse a su arte.
La influencia recibida de Basquiat, liberando al creador de utilizar como único soporte el noble lienzo, así como las necesidades de una economía Erasmus llevaron a Ruggieri a dibujar sobre cualquier soporte y cualquier soporte era cualquier soporte que pudiese encontrar.
De este modo comenzó a derramar sus pinturas sobre puertas viejas, tablas abandonadas o cajones de madera, cualquier cosa que Ruggieri encontrara por la calle y se le insinuare como posible receptáculo de pintura. Aunque quizás por comodidad, el soporte más utilizado (y en el que quizás consigue sus resultado más clásicos) son simples tableros de corcho.
En casa de Androtxo como íbamos diciendo, encontré una gran producción de obras que Ruggieri había amontonado en una habitación y que al no poder llevárselas de vuelta a Italia habían quedado allí, prácticamente olvidadas.
Nada más verlas me impresionó su frescura y su fuerza, por lo que pensé que ese material podría tener buenas posibilidades de ser vendido, así que hablé con Androtxo (el "tutor" de esa obra) y con una gran amiga, que por esas fechas también era compañera de piso mía, la italiana Gloria Bosini.
Gloria, Androtxo y yo decidimos realizar una exposición de la obra de Ruggieri, así que comenzamos a trabajar duro nada más contar con el permiso del autor quién se mostró bastante sorprendido, pues nunca había expuesto antes y no tenía en aquel entonces mucha confianza en su pintura.
Lo primero que tuvimos que hacer es darle una buena limpieza a todo el material, que debido a permanecer durante un año guardado en una habitación cerrada estaba completamente cubierto de suciedad. Nosotros tres, que nunca habíamos ni por asomo restaurado o limpido una pintura, nos pusimos con gran paciencia y dedicación a quitarle el polvo a todo ese materia e intentar que tuviera la mejor aspecto posible. La verdad es que fue bastante divertido todo el proceso : )
Una vez el material estuvo limpio, contactamos con fotógrafo amigo, un bohemio francés que vivía en Santiago y que era asiduo de nuestras fiestas. Con la ayuda del fotógrafo realizamos un pequeño catálogo (todas las fotos de este artículo salvo el retrato de Ruggieri son obras de este amigo) y fuimos con él por los bares de copas de Santiago buscando un lugar donde exponer. Digo bares y no galerías porque tras dos intentos previos en galerías, el trato recibido nos convenció para cambiar un poco nuestras expectativas... Así pues, después de hablar con tres o cuatro bares, el lugar elegido fue La Novena Puerta, un bar de copas de la zona vieja de Santiago cercano a la Facultad de Geografía de Historia.
Disfrutad de algunas de las obras que expusimos en el local, otro día os contaré como fue el traslado desde el piso al garito en la furgoneta del padre de un amigo!!
Ruggieri había estado en Santiago haciendo un Erasmus para su carrera, Económicas... pero él quería y quiere ser pintor, por lo que sacaba todo el tiempo que podía de sus estudios para dedicarse a su arte.
La influencia recibida de Basquiat, liberando al creador de utilizar como único soporte el noble lienzo, así como las necesidades de una economía Erasmus llevaron a Ruggieri a dibujar sobre cualquier soporte y cualquier soporte era cualquier soporte que pudiese encontrar.
De este modo comenzó a derramar sus pinturas sobre puertas viejas, tablas abandonadas o cajones de madera, cualquier cosa que Ruggieri encontrara por la calle y se le insinuare como posible receptáculo de pintura. Aunque quizás por comodidad, el soporte más utilizado (y en el que quizás consigue sus resultado más clásicos) son simples tableros de corcho.
En casa de Androtxo como íbamos diciendo, encontré una gran producción de obras que Ruggieri había amontonado en una habitación y que al no poder llevárselas de vuelta a Italia habían quedado allí, prácticamente olvidadas.
Nada más verlas me impresionó su frescura y su fuerza, por lo que pensé que ese material podría tener buenas posibilidades de ser vendido, así que hablé con Androtxo (el "tutor" de esa obra) y con una gran amiga, que por esas fechas también era compañera de piso mía, la italiana Gloria Bosini.
Gloria, Androtxo y yo decidimos realizar una exposición de la obra de Ruggieri, así que comenzamos a trabajar duro nada más contar con el permiso del autor quién se mostró bastante sorprendido, pues nunca había expuesto antes y no tenía en aquel entonces mucha confianza en su pintura.
Lo primero que tuvimos que hacer es darle una buena limpieza a todo el material, que debido a permanecer durante un año guardado en una habitación cerrada estaba completamente cubierto de suciedad. Nosotros tres, que nunca habíamos ni por asomo restaurado o limpido una pintura, nos pusimos con gran paciencia y dedicación a quitarle el polvo a todo ese materia e intentar que tuviera la mejor aspecto posible. La verdad es que fue bastante divertido todo el proceso : )
Una vez el material estuvo limpio, contactamos con fotógrafo amigo, un bohemio francés que vivía en Santiago y que era asiduo de nuestras fiestas. Con la ayuda del fotógrafo realizamos un pequeño catálogo (todas las fotos de este artículo salvo el retrato de Ruggieri son obras de este amigo) y fuimos con él por los bares de copas de Santiago buscando un lugar donde exponer. Digo bares y no galerías porque tras dos intentos previos en galerías, el trato recibido nos convenció para cambiar un poco nuestras expectativas... Así pues, después de hablar con tres o cuatro bares, el lugar elegido fue La Novena Puerta, un bar de copas de la zona vieja de Santiago cercano a la Facultad de Geografía de Historia.
Disfrutad de algunas de las obras que expusimos en el local, otro día os contaré como fue el traslado desde el piso al garito en la furgoneta del padre de un amigo!!
Joer, Charly, pues me han sorprendido mucho todas esas fotografías. La verdad es que a mí me pasó desapercibido en el momento toda esa iniciativa vuestra; pero ahora que leo la historia y veo las obras de este italiano, me da la impresión de que teníais algo bien valioso entre manos. ¿Y cómo acabó la historia? ¿A dónde fueron a parar las obras?
ResponderEliminarQué hay Juan? Pues si que fue toda una movida organizar todo esto, principalmente porque la exposición coincidió con la época de exámenes.
ResponderEliminarLas obras ahora siguen en Galicia, o por lo menos allí estaban la última vez que pregunté por ellas, de cuidarlas se encarga un colega, que además era compañero de Historia del Arte.
La historia tuvo además un final feliz, conseguimos vender cueadros por valor de 500 euros!!! No veas lo contento que se puso el autor, que nunca había vendido.
Un abrazo!!
hey compañero! pues sabes que ale me enviò un mail! el articulo me gusta mucho aunque si te olvidaste de decir que los cuadros pesavan un monton y me dejaste a descolgarlos solita!!! uh...Bosini lleva una s! cuando te veo guapo?
ResponderEliminarHola Glo! Me alegra un montón verte por aquí... así el blog se hace más internacional jeje.
ResponderEliminarPues cariño lo del peso de los cuadros y la odisea a la camioneta lo dejo para una segunda parte jeje.
Un beso grande y nos vemos cuando tu quieras, ya sabes que estaré en Dublín desde el 3 al 23 de agosto.
P.D. Ya se ha corrido tu nombre, señorita Bosini. ;)