Por Jesús M.
Castillo / Colaboración
Las
fuertes luchas sociales de los años sesenta e inicios de los
setenta, aún consiguiendo avances importantes, no consiguieron los
objetivos planteados como horizonte de lucha. Al descenso natural en
el nivel de movilizaciones tras un periodo socialmente muy convulso
se sumaron, durante los años setenta e inicios de los ochenta,
derrotas importantes en los planos sindical y político frente a
gobiernos como los de Thatcher en Reino Unido y Reagan en Estados
Unidos. En el Estado español, venció una Transición política en
la que no se hizo justicia y no se avanzó social y políticamente
como esperaban millones de personas. El neoliberalismo, que tan bien
conocemos ahora, comenzó a instalarse como una fase más en la
desesperada huida hacia delante de los capitalistas en su intento por
dejar atrás la crisis de los setenta.
En
este contexto, comenzaron a surgir diferentes movimientos sociales
que enfocaban la lucha a nivel sectorial, configurándose grupos
ecologistas, feministas, LGTB, de jóvenes, contra el racismo, etc.
Con el paso del tiempo, algunos de estos movimientos sociales que
nacieron con un espíritu eminentemente reivindicativo y antisistema
fueron derivando hacia posiciones reformistas y labores
asistenciales, dando lugar a toda una pléyade de Organizaciones No
Gubernamentales (ONGs), muchas de las cuales se financiaban
principalmente mediante subvenciones públicas.
Algunos movimientos sociales que nacieron con un espíritu eminentemente reivindicativo y antisistema fueron derivando hacia posiciones reformistas dando lugar a toda una pléyade de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs)
Ahora,
en plena crisis económica utilizada como excusa para recortar lo
público en favor de los intereses de unos pocos, las subvenciones a
ONGs se están viendo recortadas drásticamente, desde las que
reciben grupos de lucha contra el VIH hasta las de desarrollo. Al
mismo tiempo se prioriza el pago de una deuda soberana ilegítima, en
gran parte producto de la transferencia de la deuda de la banca a la
deuda pública.
Muchas
ONGs miran ahora hacia las bases de la sociedad y a los movimientos
sociales, impulsados y agrupados en gran parte en el 15M, para
sobrevivir. Frente al recorte en subvenciones, estas ONGs realizan,
por ejemplo, actividades para autofinanciarse a la vez que
conciencian sobre una problemática social determinada.
El
pago de la deuda ilegítima es un problema para muchas ONGs (el
dinero de su financiación está yendo en gran parte a pagar la
deuda) y para la mayoría de la sociedad que vemos como nos
privatizan los servicios públicos y nos recortan nuestras
condiciones laborales. Frente a este problema común es hora de que
la sociedad civil organizada, desde ONGs y otros movimientos
sociales, a asociaciones de vecinos y vecinas y a la izquierda
revolucionaria nos unamos con el objetivo común de hacer frente a la
dinámica neoliberal y contra el pago de su deuda. Es hora de que
manteniendo la diversidad, que es riqueza, unifiquemos esfuerzos en
luchas claves como la que se articula contra el pago de una deuda
ilegítima y que viene unida a un nuevo proyecto constituyente.
Necesitamos un movimiento masivo que se articule desde las bases de
la sociedad y se inspire y apoye en experiencias recientes
latinoamericanas en Ecuador, Venezuela o Bolivia, en las luchas
europeas contra la austeridad y en las revoluciones árabes que
siguen su camino.
Jesús
M. Castillo es activista de En lucha, profesor de Ecología y
delegado sindical del Sindicato Andaluz de Trabajadores/as (SAT) en
la Universidad de Sevilla.
Investidura de Zoido, Sevilla, junio de 2011 / fotografía NOTON |
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