“Queréis
la fama, pero la fama cuesta, y aquí es donde vais a empezar a
pagar. Con sudor”
Eloína
Calvete García
Nerea
Fernández Leivas
Con
esta categórica frase daba comienzo una serie de televisión
norteamericana de los años ochenta. La pronunciaba una profesora
delante de un grupo de jóvenes que se esforzaba por destacar en el
mundo de la música y de la danza. La serie tuvo una gran acogida en
nuestro país, quizás habría que señalar que aún no existían las
cadenas privadas de televisión, pero aún así, resultó
inesperadamente exitosa entre los jóvenes.
LA
FAMA CUESTA
Es
una opinión generalizada que para alcanzar el éxito hay que pagar
un precio. Sin embargo hoy, alcanzar la popularidad se ha convertido
en una meta. Las palabras de Margarita Riviére, en su libro La
fama: iconos de la religión mediática,
son
concluyentes
“Ser
famoso, en nuestra época es percibido y equivale a una hazaña
memorable, lo cual expresa cambios en la idea de excelencia, que
utilizamos como referencia de lo que es socialmente considerado como
admirable o envidiable”. Y todo por obra y gracia de los medios de
comunicación, esos constructores de una realidad paralela que
encumbran y destronan siguiendo los dictados de la audiencia. Aumenta
el número de jóvenes que se presentan a castings y pruebas para
participar en uno u otro programa que, en teoría, les abrirán las
puertas de la celebridad. Nada que objetar, cada cual es libre de
trabajar su dicha o su desdicha.
"Ser famoso, en nuestra época es percibido y equivale a una hazaña memorable". Margarita Riviére
Pero
todo cambia cuando son niños los que aparecen actuando ante unas
cámaras. Menores que repiten palabras estudiadas, que siguen un
guión y que se comportan como adultos en miniatura. Para Nicolás
Castellano, psicólogo infantil, “el niño pierde básicamente su
personalidad, porque adquiere la fama cuando se convierte en un
personaje, deja de ser persona, hay un cambio de rol. Es un poco como
un juego esquizofrénico.
Cuando el niño está fuera del personaje trata de volver a ser quien
es, pero el personaje le provoca olvidarse de quien es para ser otro.
En ese juego de identidades en el niño puede darse un desequilibrio
emocional, confundir la realidad (persona) con la fantasía
(personaje). El niño tendría que ser muy adulto, muy maduro, para
poder manejar eso, porque es difícil pasar de un rol a otro, tener
mis amigos de la ficción y mis amigos en la realidad, mi familia de
la ficción y mi familia de la realidad, mi vida, mi quehacer en un
lado, y mi quehacer en el otro. Es difícil conciliar las dos cosas”.
HISTORIA
DE FAMOSOS O FAMOSOS CON HISTORIA
No
es fácil asumir la fama. Mirando hacia atrás los nombres de
Marisol, Joselito o Rocío Dúrcal acuden a nuestra memoria. Son, o
mejor dicho, fueron niños famosos. Sólo hay que repasar sus
historias. Todos intentaron conciliar la fama y una vida más o menos
normal. Rocío Dúrcal, cantante y actriz precoz, recordaba en una
entrevista concedida a la revista Fotogramas:
“El
fenómeno tiene compensaciones, ganas dinero… Lo bueno sería que
se te utilizase artística y no humanamente, pero la explotación
comercial y humana suelen ir muy ligadas y hasta que no te vas
haciendo mayor no te vas enterando de las cosas, antes de que te des
cuenta te encuentras manejada por todo el mundo. Cuando te meten a
ser actriz, no sabes siquiera si te gusta serlo. Después, cuando
estás en todo el asunto hasta el cuello, piensas mil veces en
dejarlo. Pero no puedes, porque de ti dependen muchas personas. Ni
para decir basta tienes suficiente libertad”. Son sus palabras, es
ella la que habla de explotación comercial y humana.
"la explotación comercial y humana suelen ir muy ligadas y hasta que no te vas haciendo mayor no te vas enterando de las cosas". Rocío Dúrcal
La
pequeña Marisol creció entre bambalinas. La principal estrella
infantil de los años sesenta padecía úlcera de estómago con tan
sólo quince años. Tenía treinta cuando decidió recuperar su
nombre, Pepa Flores, y espaciar su trabajo. Poco a poco se alejó de
la fama y del estrellato para tomar las riendas de su vida.
Su compañero de éxitos, Joselito, el pequeño ruiseñor, tuvo menos
suerte. Su físico y su voz cambiaron y perdió el favor del público
y de los productores. Su biografía está plagada de episodios
trágicos: mercenario, traficante de armas, drogadicto. Tres niños,
tres historias, tres destinos marcados por una fama precoz y que se
desenvolvieron con mejor o peor suerte en sus vidas.
Pero
éstas son historias antiguas, las hay más recientes y más
conocidas por todos.
Michael Jackson, Macauly Culkin o Tatum O´Neal.
Quién no recuerda a Michael Jackson, el hermano más pequeño de los
Jackson’s Five, que se transformó en una especie de personaje
negro-gris-casi blanco y que destrozó su vida y su talento entre
operaciones quirúrgicas y tratamientos médicos. Aquel chico de
Sólo en
casa,
Macaulay Culkin, manejado por los productores y por unos padres a
los que llegó a acusar de robo, es actualmente un joven de 31 años
al que las drogas y el alcohol han avejentado de manera prematura.
También Tatum O’Neal tiene problemas de drogas. La pequeña actriz
de Luna de
Papel tiene
hoy casi cincuenta años y aún no ha conseguido recuperar la
custodia de sus hijos.
Podemos
seguir citando nombres más o menos recordados. Son ejemplos de lo
que la fama hace con algunos niños. Sus historias están ahí, con
semejanzas y diferencias entre ellas, pero con un denominador común.
Sus vidas se desarrollaron fuera de los parámetros normales de la
infancia y se convirtieron en objeto de atracción pública, en
fenómenos mediáticos. Como recoge Ángela Tormo en su libro Esto,
eso, aquello…también pueden ser malos tratos: “Ser
la persona más admirada, fotografiada, amada y odiada no debe ser
nada fácil, pero mucho menos cuando se es un niño”
Sin
embargo, los niños siguen siendo presa fácil del ansia de éxito,
en la mayoría de los casos, estimulados por sus padres. A pesar de
una abundante legislación relativa a los menores, se multiplican los
casos de pequeños que aparecen en televisión. Para Antonio
Manfredi, editor de informativos de Canal Sur y miembro del
Observatorio de la Infancia de Andalucía, “España es un país
extraordinariamente normativo, porque eso acalla la conciencia del
legislador, pero luego hay un incumplimiento. Y no se ejecuta ese
incumplimiento, salvo en esos casos en los que suponga una
recaudación inmediata. El cumplimiento de la ley deja mucho que
desear. Y esto se asume como algo normal. Ya se sabe que cuando se
legisla un tema ya habrá quien se encargue de incumplirlo sin
demasiados problemas”.
LEGISLACIÓN
“MENOR”
Haciendo un somero repaso
podemos establecer que, a nivel nacional e internacional, han
aparecido un conjunto de leyes y declaraciones relativas a los
derechos del menor entre las que cabe destacar
la Convención de Derechos del Niño (1989) y la Carta Europea de
Derechos del Niño (1992). En España, dos leyes orgánicas (1982 y
1996), además de la Instrucción 2/2006 sobre el Fiscal y la
Protección del Derecho al Honor, la Intimidad y Propia Imagen de los
Menores, constituyen el marco legal específico en el que se abordan
estas cuestiones. Según
afirma Juan Siso Martín, Doctor en Derecho Público, en la Revista
Pediatría de
Atención Primaria:
“el
respeto a los derechos de los menores debe situarse en la base de los
principios de nuestro sistema de convivencia social. La minoría de
edad, en ese sentido, se concibe como aquella etapa de la vida
caracterizada por la insuficiencia de la persona para proporcionarse,
a sí misma, los medios necesarios de protección en el ejercicio de
los derechos personales”.
Regulada
y legislada la situación del menor, cabe preguntarse por qué, como
señala Antonio Manfredi,
“hay un incumplimiento latente cuando los padres llevan a los niños
a un casting, es decir, incluso si analizamos la normativa más
rotunda, del año 2006, en la que el Fiscal General del Estado
indica, en lo que se refiere al respeto a la infancia, que ni
siquiera la autorización del padre, de la madre o del tutor deja
libre a una cadena de poder utilizar la imagen de un niño. ¿Qué
ocurre? Que hay padres y madres que ven en ese niño de nueve años
un futuro Messi que, probablemente, vaya a ser multimillonario”.
Efectivamente,
existe una inobservancia de las leyes relativas a menores en
televisión y un incomprensible interés por parte de algunos
progenitores que ha traído consigo incluso una literatura
específica. Títulos como Tu
hijo puede ser un crack
de Jaime Alguersuari, organizador de grandes eventos deportivos,
instruyen a los padres en el descubrimiento de las claves que
permitan reconocer el potencial talento, en este caso deportivo, de
un chaval. Convertir al niño en el número uno, en el mejor, se
transforma en el proyecto de vida de toda la familia, aunque el mismo
autor del libro reconoce en una entrevista concedida a la revista
Diez Minutos
que “el 99% de los padres no va a conseguir que su hijo llegue a
ser un crack”.
Es
decir, por cada niño que triunfe, muchos otros se quedarán en el
camino. ¿Qué ocurre con estos menores? Jaime Alguersuari afirma que
“no debe ser un drama”. Sin embargo, para el psicólogo Nicolás
Castellano “al
niño se le enseña subliminalmente que es querido en función de sus
logros, no es aceptado en función de él mismo. Es muy importante
que los padres sepan minimizar. Minimizar tanto el fracaso como el
éxito. Eso hay que entenderlo para no cargar la culpa del fracaso
sobre la persona del niño. Una culpa que no puede asumir, porque
tampoco ha sido su culpa”.
"al niño se le enseña subliminalmente que es querido en función de sus logros, no es aceptado en función de él mismo". Nicolás Castellano (psicólogo)
¿Y
qué empuja a esos padres a buscar el reconocimiento público de sus
hijos? Porque está claro que son los progenitores los que deciden
llevar a su hijo a un casting, montarlo en una moto o poner una
raqueta en sus manos cuando apenas levantan un palmo del suelo.
“Influye sobre los padres el afán de notoriedad. En otros casos
los motivos son económicos. Eliminar un deseo frustrado, es decir,
que sus hijos consigan lo que ellos no han conseguido y que sus hijos
sean lo que ellos no pudieron ser. Pero tienen que entender que el
hijo no es una copia del padre, no es un clon”. Las palabras del
psicólogo infantil nos revelan algunas claves de los comportamientos
paternales. Porque a pesar de toda la legislación, los padres siguen
siendo los principales responsables de sus hijos.
“Influye sobre los padres el afán de notoriedad. En otros casos los motivos son económicos". Nicolás Castellano
José
Chamizo, Defensor del Pueblo Andaluz y Defensor del Menor, apunta que
“teóricamente son sus padres lo que tienen que protegerlos. Son
programas que yo puedo catalogar de mal gusto, no los veo y ya está.
Pero nadie ha podido demostrar que a esos niños se les esté
vulnerando un derecho, de hecho no puede hacerse constar que exista
una vulneración de algún precepto del ordenamiento jurídico
español, ni tampoco se puede hacer constar que la Fiscalía del
Menor haya actuado”.
Justamente,
como bien señala José Chamizo, la Fiscalía de Menores aún no ha
realizado ninguna actuación relacionada con este tipo de programas.
Daniel Valpuesta Contreras, Fiscal Coordinador de Menores de Sevilla,
quiere dejar claro que a la Fiscalía no ha llegado ninguna queja
relacionada con este formato televisivo “lo único que nos ha
llegado, porque además es preceptivo, es la notificación de la
intervención de los niños, y sin que exista aunque sea una mera
sospecha de que los derechos de algún menor son vulnerados, la
fiscalía no puede intervenir”. Porque, aunque la Instrucción
2/2006 señala que “el fiscal podrá actuar de oficio para proteger
los derechos de los menores…”, también deja claro que esta
autoridad legal “deberá, en todo caso, utilizarse con prudencia,
ponderando todos los intereses en conflicto…Habrá de ser excepción
la intervención autónoma del Fiscal cuando el menor afectado tenga
progenitores en pleno uso de las facultades inherentes a la patria
potestad…” Es decir, queda meridianamente claro que son los
padres los que, en última instancia, deciden sobre lo que es
conveniente o no para sus hijos.
QUEJAS
“MENORES” E INSTITUCIONES
José
Luis Calvo, portavoz de la Asociación PRODENI (Pro Derechos del Niño
y la Niña), afirma que desde su asociación se han presentado
diferentes quejas en relación a los niños que aparecen en programas
de televisión, pero todo ha sido en vano porque “en general, esto
es mercado. Los niños venden, lo precoz es atractivo y las
productoras saben muy bien aprovechar el momento y subirse la ola. El
mundo político se preocupó más del impacto en horario infantil de
temática inadecuada, de programas basura, aunque tampoco sirvió de
mucho la regulación pactada”
Los niños venden, lo precoz es atractivo y las productoras saben muy bien aprovechar el momento y subirse la ola
El
Consejo Audiovisual de Andalucía desestimó en el año 2007 una
queja referente a una supuesta “utilización inadecuada de
menores”, en el programa Menuda
Noche de
Canal Sur TV. Sin embargo, la institución reconoció que el empleo
de niños en televisión despierta suspicacias “por la traslación,
a la sociedad en general, y al público infantil, en particular, de
dudosos valores relacionados con la popularidad vacua y el éxito
intrascendente…”
Las
declaraciones del entonces presidente del Consejo Visual de
Andalucía, Manuel Ángel Vázquez Medel al diario ABC
señalan el principal problema que se presenta cuando se trata de
analizar la pertinencia de este tipo de emisiones: la imposibilidad
de que un menor sea plenamente consciente de lo que implica aparecer
a menudo en televisión y convertirse en fenómeno mediático más o
menos fugaz. Convertirse en famoso y ser capaz de asumir la fama… o
el olvido. Para el psicólogo Nicolás Castellano “si el éxito no
continúa el niño se va a ver privado de una serie de refuerzos, de
una serie de beneficios que obtenía de un modo más o menos fácil.
Ese vacío le puede llevar a temas de depresión, a temas de
conductas adictivas”.
“si el éxito no continúa el niño se va a ver privado de una serie de refuerzos, de una serie de beneficios que obtenía de un modo más o menos fácil". Nicolás Castellano
Además,
el catedrático Vázquez Medel suscribe en el diario anteriormente
reseñado: "es
preocupante el uso de menores en programas que no están dirigidos a
niños y en el que éstos no actúan como niños, no pueden exhibirse
niños como objetos de una barraca de feria". Desde el
Observatorio Europeo de Televisión Infantil y desde Unicef también
se ha alertado sobre este tipo de programas. No obstante, por centrar
el reportaje en un caso cercano, Menuda
Noche
lleva ocho años en antena.
¿PROGRAMA
INFANTIL?
En
la página web de Canal Sur se puede leer: “Menuda
Noche es
un programa protagonizado por niños y dirigido tanto para críos
como para el resto de la familia... La inocencia, la frescura, la
espontaneidad y la autenticidad de los niños andaluces son algunas
de las claves que han hecho que Menuda
Noche
triunfe, enganche y siga en la Televisión Pública andaluza desde
hace ya varias temporadas”. Inocencia y frescura, sí. La
espontaneidad y la autenticidad son, como poco, discutibles, después
de conocer el funcionamiento interno del espacio televisivo.
Cayetano,
de 8 años, y Juan David, de 5, son dos de los niños que aparecen en
el programa. Fueron seleccionados en Lora del Río (Sevilla) tras un
exhaustivo casting en el pueblo. El más pequeño se ha convertido en
una auténtica “estrella”. Al mayor hace ya más de un mes que no
lo llaman. Sus historias difieren en tanto que Cayetano, según
palabras de su madre, es “un niño normal, creo que lo escogieron
porque es muy guapo” y Juan David es un pequeño “experto” en
la Semana Santa que hace sonreír a los mayores cuando imita las
voces de los capataces costaleros y las posturas de las figuras de
distintas hermandades cofrades.
“Todos
por igual, valientes. Al cielo con ella”. La vocecita de Juan David
resuena en el salón de su casa mientras hace una demostración de
sus habilidades. Tras vocear como un capataz cofradiero y golpear el
llamador del paso en miniatura que le han adornado en la tele, se
mete debajo y lo levanta meciéndolo. A su madre y a su tía se les
ilumina la cara. “Él es siempre así, nunca está quieto y habla
sin parar. Le gusta todo lo relacionado con las cofradías. Ya nos
han llamado con las preguntas del próximo programa, se las aprenderá
en un plis-plas, tiene muy buena memoria”. La abuela de Juan David
le llevó al casting que se hizo en el pueblo, estaba convencida de
que su nieto sería escogido y así fue. Toda la familia gira en
torno al pequeño y se turnan para llevarle al programa.
Pero
la psicoterapeuta Ángela Tormo advierte que “ver a los hijos en la
televisión, en vallas publicitarias, en revistas, aunque sea muy
gratificante y eleve el ego, no es motivo suficiente para someter a
menores a innumerables castings, hacerles perder el colegio, reducir
su tiempo de juegos…” La madre del pequeño Juan David asegura
que, de momento, para él todo es pura diversión, que está deseando
acudir al programa y que le encanta sentirse el centro de atención.
Normal en un chiquillo de 5 años que acaba de descubrir las ventajas
de la fama.
Cayetano
es un niño muy formal. Se sienta erguido en la silla esperando las
preguntas y reconoce que fue al casting por propia iniciativa.
Encontró el anuncio de la productora ZZJ en la tienda de chuches del
barrio. El lugar de la convocatoria era la plaza del Ayuntamiento.
Convenció a su madre para que le llevara, los niños tenían que
acudir acompañados de un adulto o tutor. Rubio y con unos inmensos
ojos azules, ahora se pregunta por qué llevan varias semanas sin
llamarle. Su madre cree que porque ya es mayor, aunque hay niños que
continúan apareciendo con diez y once años. Es el menor de tres
hermanos y su asistencia al programa estuvo muy controlada por sus
padres. En todo momento tuvieron presente que el colegio era lo más
importante para el chaval y sus intervenciones fueron muy
espaciadas.
En
ambos casos se siguió, y con Juan David aún se sigue, la rutina
habitual para los pequeños que son ubicados en “la escalera” del
plató, el lugar desde el cual dirigen las preguntas a los invitados
de cada noche. Porque ese es el cometido principal de estos pequeños,
entrevistar al personaje asistente. Actores, cantantes, humoristas y
hasta algún político han pasado por el programa. En otro apartado
se sitúan los niños que cantan o bailan, los niños artistas. Con
ellos la productora sigue otra dinámica, que no se ha podido
establecer ya que han hecho oídos sordos a cualquier petición de
entrevista para este trabajo.
Según
relatan
Jésica,
la madre de Juan David, y Mª del Carmen, la mamá de Cayetano, la
semana anterior a la aparición del niño en el programa se ponen en
contacto con ellas y les dictan las preguntas que los pequeños
tienen que hacer al invitado. A partir de aquí, los progenitores se
comprometen a ayudar al niño a memorizar sus “espontáneas”
preguntas y comentarios. Como se puede entender, esto deja poco
espacio a la improvisación, aunque siempre puede surgir alguna
observación, son niños. El día elegido para la grabación, casi
siempre un martes, llegan con el texto aprendido y comienzan a
ensayar con el presentador. Ni a los ensayos ni a la grabación
asisten los padres, que están reunidos en una sala aparte mientras
los niños actúan. Terminada la sesión, todos vuelven a casa. No
hay por medio compensación económica, salvo los gastos de gasolina
y algún que otro regalo a los pequeños después de algún programa
especial: mochilas, balones, material escolar…
Los
dos chiquillos de Lora del Río fueron seleccionados hace pocos
meses, pero algunos niños llevan apareciendo en el programa cuatro o
cinco años. Apariciones semanales en algunos casos, y cada dos o
tres semanas en otros.
“Nosotros
– cuenta Mª del Carmen- estamos relativamente cerca de Sevilla,
pero había niños de Cádiz y de Granada cuyas madres se traían los
pijamas para que los pequeños durmieran en el coche de regreso a sus
casas. La grabación se termina a las nueve o nueve y media de la
noche y habían salido a las dos o las tres de la tarde para llegar
al plató a las seis. Si mi hijo se quejaba a veces de que llegaba
cansado, imagino lo que supondría para los otros niños… No sé
hasta qué punto eso compensa. Además está el tema de la ropa. Allí
había madres que comentaban que se habían gastado cien euros en un
traje para su hija, para el programa especial dedicado a Unicef. Eso
me parece muy fuerte. Aunque allí nunca te exigían nada, cuando
había alguna gala nos pedían a las madres que los niños fuesen un
poquito más arreglados”, Mª del Carmen se asombra de que los
padres de estos pequeños, “habituales” casi cada semana,
aseguren no recibir nada a cambio. La fama cuesta.
Por
otra parte asegura que ha oído hablar de que a algunos les han dado
becas escolares, pero subraya que sobre el tema de las compensaciones
todo son rumores y comentarios que no ha podido constatar. Su hijo
sólo ha acudido al programa en siete u ocho ocasiones, y afirma que
los padres que llevan más tiempo asistiendo a las grabaciones forman
“un grupo aparte” que se relaciona poco con otros progenitores.
Cayetano parece haber aceptado que no le vuelvan a llamar. Quizás,
como dice su madre, sea ya “mayor”, pero él asegura que no le
importaría regresar a “la escalera”.
El
público que asiste a la grabación está formado por adultos. Los
únicos menores son los pequeños que interrogan al invitado y
cuentan algún chiste o los que actúan cantando y bailando. Para
Nicolás Castellano, este formato no se puede denominar programa
infantil: “Menuda
Noche es un
programa hecho por adultos y para adultos centrado en divertirse a
costa de los niños. De algún modo, el niño es un muñequito de
feria que se pone allí, al que se le dicen una serie de cosas que
tiene que decir, que las dice con más o menos gracia y que está al
servicio del adulto. No creo que sea bueno para el niño porque, sí,
le da cierta popularidad,
cierta notoriedad,
que después va a acabar perdiendo, pero ahí el niño saca muy
poquito de todo eso”
Ocho
años en antena son muchos años. Todo un récord en televisión. La
competencia entre las distintas cadenas hace que los índices de
audiencia determinen la duración de los distintos formatos en las
parrillas televisivas y hay pocos que se mantengan tanto tiempo.
PERO,
¿QUIÉN QUIERE LA FAMA?
Menuda
noche es
sólo un tipo de programa en el que los menores ejercen de
protagonistas; antes ha habido otros y, es de suponer, que nuevos
modelos surgirán. Lo que cabe preguntarse es por qué sigue en
antena a pesar de las dudas que suscita sobre su conveniencia. Todos
los entrevistados y la literatura consultada advierten de lo
inadecuado de someter a los más pequeños a este tipo de presión
mediática. Las madres de los chiquillos que aparecen en Menuda
Noche no
creen que sus hijos corran ningún tipo de riesgo especial por acudir
a “pasar un buen rato”. Evidentemente, si lo pensaran no los
llevarían al programa. Así lo afirman y, por tanto, hay que dejar
constancia de ello.
Sin
embargo, no es esa la opinión generalizada de los distintos expertos
consultados. Para Antonio Manfredi, miembro del Observatorio de la
Infancia de Andalucía: “Los niños son niños y tienen un
tratamiento especial. Quien no entienda eso se está equivocando. Y
no digo un tratamiento distinto, porque son niños, no son tontos.
Los niños necesitan un marco de respeto y de desarrollo personal que
les garantice el día de mañana ser unos adultos libres y capaces.
Las televisiones generalistas esto no lo entienden así. Entienden al
niño como un factor de gasto”.
Los niños necesitan un marco de respeto y de desarrollo personal que les garantice el día de mañana ser unos adultos libres y capaces. Antonio Manfredi, Observatorio de la Infancia de Andalucía.
El
psicólogo Nicolás Castellano advierte otra vez sobre el problema
que suponen los padres, “son los que deciden si el niño participa
o no participa. Pienso que el niño no va a decidir nunca participar
o no participar. Él puede querer participar porque le llame la
atención, pero no decide. Porque decidir implica un proceso de
análisis de lo positivo y de lo negativo, de lo que conviene y de lo
que no conviene. El niño no entra en ese proceso. Le llama la
atención, quiere salir en televisión, y lo hace. Son los padres los
que al final deciden si lo hace o no lo hace”. Con él coincide
Ángela Tormo, psicóloga clínica dedicada a los problemas de la
infancia, familia y adultos, “la mayoría de los niños y niñas
famosos han llegado a ello porque sus padres se han empeñado en
llevarles a castings y en hacerles pasar cualquier prueba con tal de
poder presumir ante la familia y los amigos…”
Los
intereses de las cadenas de televisión y el afán de protagonismo de
algunos padres son, pues, los principales impedimentos a los que se
enfrentan las distintas instituciones y asociaciones que cuestionan
este tipo de programas. Unos obstáculos que, a tenor de lo señalado
por el Fiscal Coordinador de Menores de Sevilla, ni la legislación
vigente puede soslayar. Aunque algunos apuntan posibles soluciones.
Desde el Defensor del Menor se señala que “podría establecerse un
código de autorregulación para evitar que los niños sufran
efectos perversos, que los niños no vayan más de una vez o dos al
programa…” Y Nicolás Castellano aconseja: “como forma de
paliar un poco los efectos en el niño, incluiría público infantil.
Lo que pasa es que eso implicaría hacer un programa diferente. En
todo caso, lo dejaría mucho más desde la espontaneidad para que
realmente sea para una audiencia menuda”.
Soluciones
que se brindan porque todos son, somos, conscientes de que mientras
el programa mantenga sus índices de audiencia, mientras a la cadena
de televisión y a la productora les reporte pingües beneficios, los
intereses de los menores, las posibles consecuencias psicológicas de
su prolongada exposición mediática, no serán tenidas en cuenta. Y
aquí es necesario recuperar las palabras de José Luis Calvo,
portavoz de PRODENI, “esto es mercado. Los niños venden, lo precoz
es atractivo y las productoras saben muy bien aprovechar el momento y
subirse la ola”. Sin olvidar lo que se recoge en el libro de Ángela
Tormo Esto,
eso, aquello…también son malos tratos, “maltrato
emocional: cuando no se toman en consideración las necesidades
psicológicas del niño o de la niña, particularmente las que tienen
que ver con las relaciones interpersonales y la autoestima”.
DESPIECE
UN
CASO MUY ACTUAL: LADY GAGA
“Stefani
Joanne Angelina Germanotta, mejor conocida como Lady Gaga, es una
cantautora de éxito mundial que ha llamado la atención por sus
estrambóticas vestimentas e insólitos comportamientos... Fue una
niña prodigio en la música y desde los 4 años tocaba el piano. Se
educó en una escuela católica y privada. Tuvo pocos amigos, solía
llevarse mejor con los hombres que con las mujeres y se vestía
diferente del resto de niñas, es por ello que se sentía una
“freak”.
Así
comienza el análisis psicopatológico que Daniela Nugué Oneto,
estudiante de 5º de Psicología Clínica en la Universidad Espíritu
Santo de Ecuador, realiza de Lady Gaga en la revista PSIQUIS,
de dicha institución académica.
La
conducta de esta joven artista, nacida en 1986, viene marcada por la
provocación; su forma de vestir y sus actuaciones siempre traen
consigo la polémica. Según Daniela Nugué, esto aparece determinado
por la necesidad de esconder su verdadera personalidad de chica
tímida e introvertida, insatisfecha consigo misma y con su físico.
Las drogas y el alcohol, además de la cirugía estética en diversas
ocasiones, han formado parte de su vida, aunque actualmente parece
libre del consumo de estas sustancias. Siguiendo los manuales
psiquiátricos en el análisis se establece que Lady Gaga padece lo
que se denomina un “trastorno de personalidad histriónica” que
se caracteriza, entre otras cosas, por una constante búsqueda de
aprecio y atención. Además de una enfermiza preocupación por el
aspecto físico y un elevado egocentrismo.
Como
conclusión, Daniela Nugué afirma que si Lady Gaga “en el futuro
llega a fracasar o a perder su fama, es posible que caiga en una
depresión, exponiéndola nuevamente al consumo de sustancias y, en
última instancia, a comportamientos autodestructivos”. La fama
cuesta.
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