22/03/2011
Daniel Gutiérrez Marín
Daniel Gutiérrez Marín
Publicado en Revista NOTON nº4
El titular es descriptivo. Todos sabemos qué es una VPO o vivienda de protección oficial; todos conocemos el uso de un vehículo utilitario; y, por descontado, en algún momento de nuestras vidas, todos hemos obtenido un contrato por obras y servicios.
Estos tres términos referenciales a la vida cotidiana de cada uno de nosotros que definen el uso y las costumbres de nuestra época, determinan la economía del momento y configuran el espacio público de nuestras ciudades, en sí, podrían parecer unilaterales. Pero si los sumamos, obtenemos un nuevo vocablo en forma de sinónimo: juventud. No escapa a ninguno de nosotros que ser joven implica, casi por imperativo social, laboral y económico, subsistir con un sueldo de obras y servicios, no llegar más allá del utilitario –si es que se tiene- y aspirar, si se es afortunado, a una vivienda protegida.
¿Qué tiene que ver esto con Sevilla? La juventud sevillana, poco a poco, auspiciada por las instituciones públicas de la capital, se ha ido adormilando en este sueño humilde. No es malo tener por aspiraciones una vivienda digna pero sencilla, conducir un utilitario o tener un contrato por obras y servicios, si así renta al trabajador los beneficios pertinentes y no existen abusos laborales. Incluso, desde una visión marxista –aproximada, evidentemente- todos deberíamos aspirar y tener asegurado estos parámetros y que nos faltasen nunca, todos en idénticas condiciones, independientemente de la edad.
Pero no ocurre así. Los jóvenes sevillanos tienen que conformarse con alcanzar estas cotas y lo positivo sería tomarlas como punto de partida; sin embargo, lo que podría ser un eje referencial parece que en los últimos años ha venido a convertirse en las aspiraciones finales de unos jóvenes alicaídos, que han perdido la confianza en el estamento político, escasamente leen periódicos y han optado más por la vía laboral que por la vía académica. No es que estemos diciendo que sea malo trabajar –el trabajo dignifica al hombre- lo insano es acceder al campo laboral con una escasa formación académica, coartando las posibilidades futuras de obtener un trabajo en mejores condiciones y convenios.
En Sevilla se echan de menos instituciones que valoren la actividad de la juventud, en cualquier campo del conocimiento o la actividad laboral. ¿Existen? No lo sabemos pero al contrastar los números con la realidad se comprueba que “el sueño americano” comienza a apoderarse de nosotros: algún día seré rico y tendré tal o cual cosa material. Que los jóvenes tengan tantas dificultades para insertarse en la sociedad hispalense de una forma emancipada, garantizándoles un perfil social valorado, no como pura mercancía –tanto tienes, tanto vales- debería convertirse en una realidad prioritaria, formando parte del nuevo motor impulsor de nuestra sociedad adormilada, de nuestra economía estancada y nuestra política que huele a naftalina.
Se echa de menos en Sevilla un grupo potente de jóvenes que alimenten el ámbito empresarial, regenerando el tejido de las Pymes con nuevas ideas y apuestas de negocio; se necesita un grupo formado que controle las nuevas apuestas de gobierno para una ciudad que no sale de las coletillas heridas de muerte como “modelo de ciudad, ciudad ecosostenible o infraestructura para la sostenibilidad”; y, por supuesto, se hace necesaria una juventud más comprometida por las cuestiones públicas, que proteste cuando se haga necesario, que se introduzca en los cauces de participación ciudadana y que, con una voz firme y prudente, indique cuáles son sus prioridades.
De nada sirve una juventud que lleva a cabo todo esto al margen de la sociedad establecida. Los cambios deben producirse desde dentro del sistema en el que nos encontramos inmersos. Si los hacemos de forma externa, estaremos construyendo un sistema paralelo y, por lo tanto, no habremos solucionado el problema sino que habremos construido otro ente nuevo que en algún caso se enfrentará al sistema social primitivo, ya que este nuevo sistema estará dependiente de las instituciones públicas que controlan el primero.
Si después de esto, seguimos los jóvenes viviendo en VPO’s, condiciendo utilitarios y con contratos basura que sea por nuestra elección y no por la imposición de una sociedad que envejece poco a poco y mira con recelo a los jóvenes, creyéndolos herederos de sus errores en el pasado.
Daniel Gutiérrez Marín
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