
Sigue la cuenta atrás del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES)-2010 en un escenario poco halagüeño a nivel europeo (manifestaciones en Italia, Francia, Alemania…) y estatal (explosiones corporativas de médicos, abogados e informáticos). En esta situación, el movimiento antibolonia encara el curso sin un balance general ni generalizado, sin la ponderación de la fatalidad de la derrota, ni de su alcance real o los nuevos escenarios. A pesar de la reincidencia de características clásicas, la lucha contra el EEES ha desarrollado aspectos peculiares que obligan a arremangarse e indagar más allá de los cómodos tópicos sobre las virtudes y defectos del movimiento estudiantil.
La reconversión mercantil de la educación pública se ha radicalizado desde 2001. Orquestada por la LOU del ‘aznarato’ y aquilatada con talante por el PSOE como LOMLOU, desde mediados de los ‘90 ha encontrado el rechazo en su filosofía (el Informe Bricall), en su concreción general (movimiento antilou, 2001) y en su última consecuencia (Decreto de Grados, 2007). Este tránsito ha llevado a un movimiento centrado en el corporativismo clásico (subida de tasas…) hacia marcos reivindicativos más amplios y no educativos (guerra de Iraq) hasta la denuncia pública de la privatización de la universidad. En el primer gobierno del PSOE, la aplicación y desarrollo maquillado de la LOU no encontró una respuesta directa. Se enfatizó en la dimensión internacional de la reconversión comercial y se rehusó la confrontación directa con el PSOE y sus socios para no hacer el juego a la derecha.
La reforma universitaria se planteó así en clave de proyecto comercial internacional (Acuerdo General de Comercio de Servicios) y no como una simple reforma universitaria más. Este nuevo prisma condujo a que el movimiento estudiantil de la izquierda independentista de Euskadi, Galiza y Països Catalans, junto a colectivos anticapitalistas europeos, promovieran foros internacionales como el de Bakaiku y sus secuelas en los foros antiglobalización. Sin embargo, el discurso resistente no une en la práctica sus consignas y estrategias entre EEES y LOU, entre la reforma y sus responsables políticos, y su abstracción genera cierto hartazgo hasta que la aprobación del Decreto de Grados en noviembre de 2007 cataliza una huelga estatal el 6 de marzo de 2008 que, a tres días de las elecciones generales, recupera el “No a la LOU”.
Y de repente, los antibolonia
Los antibolonia entraron en la agenda mediática y política tanto por sus denuncias, como por la gestión represiva del conflicto. La respuesta institucional no encuentra precedente desde los ‘80: semana especial en RTVE, costosas campañas propagandísticas, incluso a cambio de publirreportajes en El Mundo, El País y La Vanguardia, dos webs especializadas del Ministerio, un fallido estatuto del estudiante, un nuevo ministro de Educación, anuncios desesperados de nuevas becas, de incremento (fallido) de inversión en I+D, etc. En cuanto a las dinámicas internas del movimiento, las asambleas de facultad por regla general han reproducido lógicas de dependencia y arrastre respecto de las dinámicas de las organizaciones político-sindicales y estudiantiles (por incapacidad técnica, de infraestructuras, de continuidad). Esto ha redundado en la clásica hipersensibilidad a las disputas entre ellas y en el abono de una suerte de espíritu antiorganización y de culto al espontaneísmo que, paradójicamente, ha reforzado la debilidad y dependencia de las asambleas y la estrategia del salto de mata alternante entre radicalismo y posibilismo.
Sin embargo, gracias a la capacidad organizativa y de transmisión del trabajo previo de dichas organizaciones ha sido posible dar al discurso anti Lou de 2001 una potencia mil veces más incisiva, aunque con una difusión confusa y dispersa. El movimiento contra la LOU tuvo una capacidad de agitación masiva, con escaso bagaje analítico y fuertemente favorecida por el oportunismo opositor del PSOE contra el PP, del Grupo Prisa, de las centrales sindicales mayoritarias e incluso de la Conferencia de Rectores. El movimiento antibolonia ha ganado en calidad y profundidad de mensaje, con la dificultad añadida del aislamiento. A diferencia de 2001, ahora CC OO y UGT lo apoyan con fervor, los rectores compiten en europeísmo mercantilizador y la preponderancia de un clima académico rendido a la psicosis securitaria del ‘culto al orden’ y a la persecución de la disidencia, como demuestra el rastro de expulsiones, imputaciones penales, detenciones y palizas policiales a más de 200 estudiantes. Este aislamiento de partida del movimiento se ha visto reforzado por la creciente sustitución de las asambleas de centro por comités de activistas –con esfuerzo y dedicación indiscutibles– los cuales, con el tiempo, han sufrido el desgaste del hiperactivismo y la desconexión con el común del estudiantado, lo que ha conducido a la pérdida progresiva de capacidad de convocatoria y de perspectiva para crear estrategias inclusivas, claras y fundadas, no sólo en la contundencia y el efectismo, sino en lo masivo de las acciones.
A pesar de las carencias, el movimiento contra el EEES ha desplegado un catálogo de recursos creativos y técnicos muy versátil, superior a los movimientos previos, y ha repercutido sensiblemente en la provisión de activistas más allá del ámbito educativo, como demuestran la Semana de Lucha Social en Madrid, las plataformas anticrisis, el apoyo e interrelación con la huelga de conductores de autobús o la creación del CSO Universitat Lliure La Rimaia en Barcelona.
La inauguración del curso apunta a una creciente conflictividad laboral y a un ataque sistemático contra la democracia de base. Ante este escenario parece imprescindible la creación de estructuras estables que, sin suplantar a las asambleas, permitan sortear la pendularidad del calendario a través de tareas técnicas de seguimiento, así como la elaboración propositiva a todos los niveles territoriales y con vocación de alianza estable con actores sindicales y extra educativos. En esta línea, es urgente una sinergia de refuerzo mutuo entre organizaciones estudiantiles y asambleas por el incremento de participación; acompañado de un estilo de activismo positivo, constructivo y didáctico, capaz de dar sentido a reivindicaciones parciales, dentro de un marco claro e inequívocamente anticapitalista, frente al corporativismo de boina y el amarillismo y la Bolonia que vende la institución. La potencia del movimiento antibolonia reside en buena parte en el blindaje de la óptica y la acción de la transversalidad de los efectos de la reforma, en evidenciar que es una pieza clave para el retroceso en derechos sociales, propia de un modelo económico cuyo horizonte para la juventud trabajadora es la ignorancia y la miseria laboral y vital crónicas.
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