El agotamiento de las aguas de la UE ha llevado a la pesca industrial a las costas africanas. Allí, la ausencia de estructuras estatales, como en Somalia, o la escasez de capital local, abren grandes oportunidades de negocio.
SARAH BABIKER / MADRID
Jueves 26 de noviembre de 2009. Número 114
Serigne tiene 34 años y vive en Madrid. Llegó en 2006 a Canarias desde Saint-Luis, tras diez días de viaje en cayuco, una embarcación que usaba en su trabajo de pescador en Kayar, un pueblo costero de Senegal. "Esta profesión la tengo en la sangre", afirma Serigne. Como otros 600.000 senegaleses, Serigne vivía directamente del pescado. Lo hizo durante diez años. Hasta que tuvo que emigrar.
Y como él, muchos otros. El padre Jerôme, un sacerdote nigeriano que lleva desde 2003 al frente de la misión católica de Nuadibú, en la costa mauritana, lleva el único registro de inmigrantes que eligen el camino del Norte: "El hecho es que la mayoría de los senegaleses aquí son pescadores, podría decir el 80% de ellos".
Serigne recuerda con claridad el proceso: "Cuando estudiaba ya se notaba que cada año disminuía la cantidad de pescado, lo noté más cuando empecé a pescar, porque cada año había menos pescados. Notábamos que cada día pescábamos peces más jóvenes y más pequeños".
Los acuerdos de pesca bilaterales con la Unión Europea entre 1979 y 2006 tienen mucho que ver. Entre 1994 y 2005 el peso de las capturas en aguas senegalesas cayó de 95.000 a 45.000 toneladas, mientras que el número de embarcaciones pertenecientes a ciudadanos senegaleses descendió drásticamente al no poder competir con los enormes pesqueros europeos, según detalla el informe Selfish Europe, de Action Aid.
La devaluación de la moneda senegalesa profundizó la orientación de la pesca hacia el mercado exterior, descuidando el consumo local. Así lo corroboraba el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) en 2002, cuando anunciaba que la seguridad alimentaria local y los puestos de trabajo estaban siendo amenazados por la escasez del pescado capturado localmente.
El último acuerdo con Senegal cubrió cuatro años entre julio de 2002 y junio de 2006. El coste total del presupuesto europeo era de 64 millones de euros, el 19% destinado a medidas de apoyo, como seguimiento de recursos, inspección o seguridad. A cambio, 125 barcos consiguieron acceso a las aguas senegalesas, sin límites de captura y en competencia directa con la pesca artesanal.
“Los gobiernos son culpables de todo esto, antes vivíamos muy bien, cada familia tenía uno o dos barcos artesanales y cogían lo suficiente para sobrevivir, pero con los acuerdos con los países europeos y Japón había más presencia de grandes buques pesqueros y arrastraban todo, porque son más modernos, tienen más capacidad y pueden congelar al mismo tiempo”, afirma Serigne.
En 2006 Senegal se negó a renovar los acuerdos bilaterales. Sin embargo, según denuncia Action Aid, los pesqueros europeos han encontrado en la ’senegalización’ de sus barcos, la compra y acumulación de cotas de pesca senegalesas, el trasbordo de capturas, o las joint ventures para la transformación del pescado, el modo de esquivar los esfuerzos del Gobierno para regular el acceso y el control de los recursos marinos.
"Ya es muy tarde", protesta Serigne, "en Kayar hay menos pescadores que hace diez años, porque muchos han probado el camino de las pateras. Uno se va con sus hermanos y no captura suficiente para la familia y hay que intentar algo; es lo que explica las pateras".
Desde los caladeros más profundos de la sinceridad y el afecto, te deseo, os deseo, todo lo mejor. Un abrazo, Carlos. Sé que andas por aquí.
ResponderEliminarHola Leonardo.
ResponderEliminarPues si, precisamente hoy he vuelto de Madrid. Así que aquí estoy en el pueblo.
Un abrazo.
Gracias por este hilo, tan necesario.
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