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Elecciones presidenciales 2012: ¿Y si la izquierda radical ganara?

En un contexto de crisis económica, de políticas de ajuste presupuestal, de resignación y pesimismo, la campaña presidencial francesa de 2012 emprende su recta final. Las elecciones se llevarán a cabo el 22 de abril y, de ser necesaria una segunda vuelta, el 6 de mayo. Francia constituye la segunda potencia económica de Europa, y el centro político más influyente del continente, razones suficientes para comprender la importancia del próximo desenlace electoral.

Lo que está en juego
Si la izquierda pasa, la dinámica política y económica del país podría abandonar la deriva neoliberal y tomar un nuevo rumbo, con riesgo de contagio en la región; mostrar que otra vía alternativa al dogma de la austeridad es posible podría inspirar al resto de la izquierda europea, debilitada por el huracán neoliberal. Si, por el contrario, es Sarkozy quien es reelecto, Francia conocerá la profundización de un modelo cuyas líneas generales son la reducción del presupuesto de la seguridad social, la educación y la salud, restricciones al derecho de pensión, alivio de las cargas laborales de los patronos en detrimento de los aportes a la seguridad social con el pretexto de obtener salarios competitivos con el resto de Europa y generar empleo, tratamiento de preferencia al capital, diplomacia activa y compromiso militar en el área internacional. Sin olvidar el endurecimiento de la política anti-inmigración, la promoción velada del odio religioso, la oposición al matrimonio homosexual y la adopción por parejas del mismo sexo.

¿Cómo están las apuestas?
François Hollande, candidato del Partido Socialista, lidera desde hace varios meses las encuestas de opinión. Sin embargo, pese a un balance altamente negativo, el candidato del derechista partido UMP, y actual Presidente, Nicolas Sarkozy, recupera terreno y le pisa los talones. La mayoría de los sondeos lo dan a solo un punto del lider socialista, y algunos de ellos ya, comienzan a darlo como ganador en la primera vuelta, aunque siempre perdedor en la segunda. Hasta ahora, a juzgar por los sondeos de opinión, los franceses parecen dispuestos a pasar la página del sarkozysmo; no obstante, ciertas fisuras comienzan a revelarse en la candidatura socialiste de Hollande, al tiempo que en la izquierda de la izquierda, Jean-Luc Mélenchon avanza a pasos agigantados en las intenciones de voto. Hoy aparece como el tercer hombre de la campaña.

El tablero lo completan Marine Le Pen (Frente Nacional, la extrema derecha), François Bayrou (Moden, el centro), Philippe Poutou del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), la ecologista Eva Joly, Nathalie Arthaud (Lucha Obrera), Nicolas Dupont-Aignan (extrema derecha) y Jacques Cheminade (Solidaridad y Progreso, inclasificable). Las últimas cinco candidaturas, consideradas individualmente, no obtienen más de dos puntos en las encuestas.

La revelación de la campaña
Por su parte, Jean-Luc Mélenchon es el vocero de una coalición de partidos y formaciones políticas y de movimientos sociales, entre las cuales se encuentra el Partido Comunista Francés, el Partido de Izquierda y la izquierda Unitaria, entre otros. Existe unanimidad entre los observadores políticos de todas las tendencias sobre el hecho de que Mélenchon y su Frente de Izquierda llevan a cabo la más extraordinaria de las campañas, pese a que sus medios financieros se encuentran muy por debajo de los de los candidatos más opcionados. El fervor y la pasión que no despiertan los otros aspirantes, son atributos reconocidos por todos a la campaña del Frente de izquierda. Y ahí el candidato, sin ninguna duda, está por mucho.

Pero ¿quién es Jean-Luc Mélenchon? Filósofo de formación, Jean-Luc Mélenchon ha sido senador y es actualmente diputado europeo. Fue ministro en el gobierno de Lionel Jospin, bajo la primera presidencia de Jacques Chirac. Se inició en la militancia política en una corriente comunista de tendencia trotskista a finales de los años 60. Ingresó al Partido Socialista en 1977 y lo abandonó en 2008 para formar el Partido de Izquierda. Promovió el rechazo a la Constitucion Europea durante el referendo de 2005. En 2009, promovió junto con la numero 1 del Partido Comunista Francés, Marie-Georges Buffet, la creación del Frente de Izquierda al cual convergen la casi totalidad de sectores políticos y sociales antiliberales y altermundialistas, con la excepción del Nuevo Partido Anticapitalista (antigua Liga Comunista Revolucionaria). Aún en febrero, cuando las encuestas no le otorgaban más de 7 por ciento de las intenciones de voto, Mélenchon era el único candidato a reunir 10 mil personas en un mitin.

Hoy, acreditado de un 15 por ciento y en plena ascensión, sus reuniones públicas pueden alcanzar hasta 120 mil personas, como en ese domingo 18 de marzo en la mítica Plaza de la Bastilla de Paris. La más grande demostración de fuerza de la Quinta República desde la ascensión al poder de François Miterrand en 1981. El secreto de Jean-Luc Melenchon puede encontrarse en sus inigualables dotes de orador, las cuales usa para hacer pedagogía política, haciendo comprensibles temas tan áridos para el gran público como el nuevo Mecanismo europeo de estabilidad o la famosa regla de oro presupuestal, impuestos recientemente por la Union Europea. Y para persuadir aun hasta a los más escepticos, que otra Francia y, de contera, otra Europa, son posibles.

La atracción que provoca en las masas no se circunscribe al país, su nombre comienza a ser evocado con esperanza en otras latitudes. Delegaciones de trabajadores belgas, españoles, portugueses y hasta griegos se desplazan a Francia para encontrarlo en sus mítines. No hay duda, Jean-Luc Melenchon es percibido como una esperanza, como un faro en la noche de la austeridad neoliberal que envuelve al continente.

El programa del Frente de izquierda
Pero el avance del Frente de Izquierda no puede reducirse a las calidades de tribuno de Jean-Luc Mélenchon. El programa «Primero, lo humano» juega también un rol fundamental en la dinámica de la campaña. Es un programa que invita a soñar, lo cual es un auténtico desafío en un contexto dominado por el pesimismo de las políticas de austeridad. Un programa que responde a los retos apremiantes de la coyuntura, al tiempo que enuncia los postulados fundamentales estratégicos de la sociedad en el mediano y largo plazos : repartir las riquezas y abolir la inseguridad social, arrebatar el poder a los bancos y al poder financiero, poner en práctica la planificación ecologica y otras formas de producción, cambiar el curso de la mundialización, para lo cual es necesario pasar a la Sexta República, a través de una asamblea nacional constituyente.

El punto de partida es la constatación de la crisis profunda del modo de producción capitalista, que se manifiesta en la catástrofe ecológica, la multiplicación de las desigualdades, la precariedad y la pobreza, las múltiples violaciones a la democracia, y en el rechazo a unas relaciones humanas fundadas sobre la solidaridad y la cooperación. La causa común de estos males no es otra que la dominación sin control del capital financiero sobre el mundo.

Pero, dado que esta dominación depende de decisiones políticas, los pueblos tienen la oportunidad de contrarrestarla y aun de suprimirla. Dicho de otro modo, otro mundo es posible. El de Mélenchon es, pues, un discurso de resistencia y de esperanza. Lejos de llamar a la población a aceptar nuevos sacrificios, como es el caso en Grecia, España, Italia y Portugal, para citar solo cuatro ejemplos, el lider del Frente de Izquierda ha logrado romper el consenso, cómodamente instalado desde hace un cierto tiempo, que consiste a decir que la única salida a la crisis es el recurso a la austeridad presupuestal. Austeridad que se traduce en Francia por la no sustitución de uno de dos pensionados, en la supresión de puestos de trabajo en el magisterio y en la salud, en el aumento de la participación de los usuarios en los gastos de la seguridad social, en el aumento de la edad de retiro de 60 a 62 años, y en la flexibilización del mercado laboral.

A diferencia de Mélenchon, los candidatos a la elección de 2012, incluido François Hollande, están persuadidos que la solución consiste en ajustarse el cinturón presupuestal. Mélenchon no solo no propone el ajuste presupuestal sino que piensa en aumentar el gasto, titularizando 800 mil trabajadores de la Función Pública que se encuentran con contratos a duración determinada, aumentando el salario mínimo legal de 1300 euros a 1700 tanto en el sector público como en el privado. Para financiar estas medidas, Mélenchon cuenta taxar las grandes fortunas hasta ahora protegidas por los gobiernos de derecha de los últimos 10 años; propone un techo a los ingresos de 360 mil euros anuales, lo que significa que la cantidad que exceda esa cifra pasaría a manos del tesoro público. Y para luchar contra la desigualdad de ingresos en el mundo empresarial, propone que el salario más alto no pueda exceder en veinte el salario más bajo. Identificando como el adversario principal el desmedido y desconcontrolado poder de los mercados financieros, Mélenchon propone separar, por vía legal, la banca de ahorro y la banca de inversión, con reglas estrictas, y reformar la Banca Central Europea haciendo que ésta pueda prestar directamente a los gobiernos sin pasar primero por los mercados fianncieros. Mélenchon está persuadido que estas medidas, tomadas de conjunto, permitirán relanzar el crecimiento económico, la clave para superar durablemente la crisis.

Aunque en un principio el anuncio de estas propuestas provocaba una leve sonrisa entre los demás candidatos, a medida que Melenchon sube en las encuestas, ellas encuentran eco. Es así como François Hollande se ha visto obligado a proponer un impuesto del 75 por ciento sobre los ingresos superiores a un millon de euros, y Nicolas Sarkosy, a su turno, debió proponer una imposición a las fortunas expatriadas. Razones de más para confortar a Mélenchon, quien ha dicho que está bien que los otros quieran imitarlo, pero si se trata de aplicar dichas medidas siempre es preferible el original a la copia.

¿Quién le teme a Mélénchon?
El arraigo popular de la dinámica política en torno a quien en sus discursos recita versos de Victor Hugo, reivindica la estirpe libertaria y revolucionaria de Robespierre, y hace referencias a los filósofos griegos, sin olvidar a Marx, genera miedos a diestra y siniestra. Los socialistas temen que el ascenso de Mélenchon se produzca en su detrimento, pues una parte del electorado socialista sería sensible al discurso del lider del Frente de izquierda. Algunos analistas piensan que de los cuatro puntos obtenidos por Mélenchon en marzo, dos provienen del Partido Socialista. Es por ello que los amigos de François Hollande y él mismo, han comenzado a llamar a votar «útil» para evitar –argumentan- una reedición de la experiencia electoral de 2002, cuando el entonces candidato socialista Lionel Jospin se vió eliminado de la segunda vuelta y la elección final fue disputada por el derechista Jacques Chirac y el extremo-derechista Jean-Marie Le Pen. Sin embargo, el miedo de un nuevo 2002 se desvance en la medida que Jean-Luc Mélenchon crece y Marine Le Pen desciende en las encuestas.

La estrategia frente a Mélenchon de los socialistas es ambigua. Hollande no quiere responder a las críticas que el primero le ha lanzado sobre su programa, pues sabe que necesitará los votos de Mélenchon para ganar en la segunda vuelta. Pero algunos de sus amigos se encuentran al borde de la crisis de nervios y perciben que el ascenso de Mélénchon favorece a Sarkozy, quien podría estar en posición de pasar adelante en la primera vuelta. Es por ello que ya empiezan a dejarse venir los ataques en el sentido de que las propuestas de Mélenchon son, aunque bien intencionadas, irrealizables visto el contexto de la crisis económica. Algunos socialistas piensan que el avance de Mélenchon es positivo porque garantiza una reserva importante de votos en la segunda vuelta para Hollande, argumento que encuentra justificación en las encuestas, las cuales lo dan ganador en la segunda vuelta.

¿Hasta dónde llegará Mélénchon? Interrogada sobre el particular, Marie-Georges Buffet ha dicho que dado el avance extraordinario de la campaña del Frente de Izquierda, no puede haber techo fijado de avance, y que cualquier cosa puede pasar, incluso estar en la segunda vuelta. Una hipótesis que otros ven como posible aunque no encuentre respaldo en los sondeos de opinión. No obstante, cuando se ve el entusiasmo alrededor de la campaña, sus multitudinarios manifestaciones públicas, y la diversidad de sus simpatizantes, uno está tentado a pensar que todo es posible en esta campaña para Mélénchon.

Lo que sí es cierto es que, sea cual fuere el resultado de la elección, la campaña electoral dejará como legado una nueva fuerza política capaz de aglutinar la izquierda tradicional, así como a sectores altermundialistas y ecologistas. Pues como lo han dejado ver claramente los líderes del Frente de izquierda este proceso no se detiene en la jornada electoral sino que tiene vocación a consolidarse y devenir el polo de izquierda más representativo de Francia. Mélenchon ha despertado el orgullo de la izquierda francesa por sus valores más caros y ha devuelto la dignidad que parecía extraviada a una población resignada a la socialdemocracia del Partido Socialista, cuando no perdida en los vericuetos de la extrema derecha de los Le Pen.

¿Y América Latina en todo eso?
Para los latinoamericanos la acción del Frente de Izquierda no es indiferente. En repetidas ocasiones, Mélenchon ha manifestado inspirarse en los procesos políticos de cambio que tienen lugar en buena parte del continente. Así, por ejemplo, Mélenchon recupera el concepto de Revolución Ciudadana, al mejor estilo de Correa en Ecuador, del respeto de la madre tierra, como Evo en Bolivia, de la nacionalización de renglones estratégicos como Chavez en Venezuela. A propósito, el diario conservador Le Figaro, con evidente mala intención, llamó a Mélenchon « pequeño Chavez », y su reacción inmediata fue : «por qué pequeño?». E ironisó, «llaman dictador a alguien que ha ganado 12 de 13 elecciones».

Por otra parte, por primera vez en Francia, un grueso grupo de latinoamericanos residentes en Francia se ha vinculado de manera expresa y visible a la campaña de Mélenchon. La lucha contra el racismo, contra la xenofobia, contra la intolerancia religiosa y cultural de la que el candidato del Frente de Izquierda se hace el portaestandarte, entre otras razones, han motivado esta decisión. Obviamente, no será la adhesión de los latinoamericanos a la campaña del Frente de Izquierda lo que hará ganar a Mélenchon, pero ello es sintomático del efecto de bola de nieve que el candidato filósofo imprime a la presente coyuntura electoral.


11/04/2012 · Héctor Castro Portillo · Rebelion

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