Los mayores, la gente grande ¿deben colgar los sueños y resignarse a que los animadores los entretengan con ejercicios aeróbicos? ¿Qué hay de la energía vital, de la sabiduría acumulada, de la capacidad de comprensión de los fenómenos sociales? ¿Cómo trata nuestra sociedad a sus abuelos, como un problema, como desechos, como un lastre o como piezas de joyería fina que hay que cuidar?
Frente a la ola de cambios que han planteado los estudiantes, los indignados, la cual ha inundado las catacumbas del sistema, llevando aire fresco y nuevas utopías en tropel, desordenadas como patio de colegio, pero utopías al fin, que son los pivotes del futuro; uno se pregunta si hay diferencias entre ellos y nosotros, los estudiantes de hace 44 años que hacíamos sitting en las calles, demandábamos lo imposible y queríamos a la imaginación en el poder. Es cierto que generacionalmente muchos de aquellos líderes se cayeron de su pedestal principista y fueron tragados por la boa insaciable del mercado; es cierto que muchos apóstatas de la revolución se convirtieron en la caja de resonancia del individualismo, vendiéndose al más poderoso, y, lo más grave, sin dejar de impostar sus raíces de izquierda. Sin embargo, muchos mantuvieron su consecuencia, pero obviamente no han sido preferidos por la institucionalidad dominante y han elevado su voz desde las fronteras del sistema.
Pero, yendo al punto, en este movimiento mundial por la profundización democrática, son los mayores, muchos de ellos co-responsables de la situación que se vive, un segmento extenso, preocupado del tipo de sociedad que se dejará a las nuevas generaciones, que aspira a ser protagonista de esta revolución de la conciencia universal.
La inclusión de los adultos mayores en una plataforma social significa contar con una visión desinteresada y sensata que puede aterrizar con una expertise madura las demandas más viscerales de la juventud. Lo que no quiere decir que los adultos mayores sean conservadores o que no tengan también su sesgo ideológico implícito ni que sean neutros en sus idearios. Todo lo contrario, pues las generaciones de los sesenta y setenta bien supieron de dogmatismos, pero han aprendido cada cual a su modo, la lección de vida y eso les hace ser más cautos, pero no conservadores. En la gestión de los proyectos asociativos es una positiva fórmula la combinación del joven impetuoso que tiene todo el mundo por delante, pero también sus ambiciones personales, con el viejo que es más zorro, más curtido por la vida y que si se integra es por principios y no por ambiciones personales, pues simplemente quiere trascender en función de quemar hasta el último cartucho en una causa justa que lo ennoblezca o le haga corregir sus yerros históricos.
Dos vértices de vida que pueden dar la ecuación de cordura política, que sustentando ideales altruistas, tenga también la cuota de pensamiento práctico para aterrizar un proyecto que necesita etapas, necesita una masa crítica de nuevos líderes, necesita involucrarse en el proyecto con todas la energías para ir gradualmente realizando los cambios a que se aspira, que llegan por evolución antes que por una termocefalia cortoplacista.
10/11/11 · Hernán Narbona Véliz · Periodismo Independiente. NOTON
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