El reciente ataque de un comando palestino a un autobús militar israelí ha reavivado la llama de una guerra que nunca ha llegado a cerrarse. El incidente supone un recrudecimiento de los ataques de Israel contra los palestinos de Gaza, sin embargo también ha colocado al Gobierno del país en una situación estratégica muy difícil. En un supuesto intento de localizar a los culpables de la masacre, el ejército mató a varios militares egipcios -todavía no hay acuerdo sobre el número concreto de fallecidos- que hacían guardia en la frontera entre ambos Estados.
Israel ha demostrado que lo único que le importa es mantener sus buenas relaciones con Egipto al pedir perdón por los asesinatos de forma reiterada. Las muertes de los palestinos ahora, y en todos los conflictos y ataques anteriores, no provocaron en ningún momento tal reacción. El Gobierno de Simon Peres parece estar asustado porque Egipto, que ya ha retirado a su embajador en Israel y ha llamado a consultas al embajador israelí en Tel Aviv, es el único aliado que le queda en la zona, que es fundamental para su supervivencia ya que no existen acuerdos con otros Ejecutivos. Por ejemplo, para las reiteradas agresiones a la población de Gaza con la excusa de atacar a Hamás, es fundamental que Egipto cierre el único paso fronterizo que controla, evitando así la llegada de alimentos y medicinas a los ciudadanos y presionando aún más para su rendición.
Puede creerse, en cierto modo, que sería algo positivo que Egipto diera la espalda a Israel -no sería descartable pues las relaciones ya no eran las mejores desde la caida de Mubarak-, pues quizá mermasen los conflictos armados por la presión de los Estados árabes de la zona. No obstante, no hay justificación ni excusa alguna para los crímenes contra la humanidad cometidos por el ejército de Peres. Igualmente, y aunque sean los más perjudicados, tampoco puede apoyarse la violencia empleada por las milicias palestinas.
Estos conflictos interminables perjudican de manera grave a unos y a otros pero al mismo tiempo les dan argumentos para exigir (en el caso de Palestina) o negarse a admitir (en el caso de Israel) la iniciativa de Naciones Unidas para reconocer el Estado Palestino, algo con lo que, por ejemplo, España está conforme. La ONU no puede ceder a estos chantajes. Es más, al igual que ha actuado en Libia y en otros muchos países, debería dejar de lado intereses que vayan más allá de lo humanitario y tomar medidas para evitar que la masacre continúe sine die. La propia Liga Árabe ha reclamado a las Naciones Unidas que actúen en Gaza y quizá esa operación tenga las llaves de una puerta a la solución de esta guerra.
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